José es paseador de perros hace veinte años y, como trabajador informal, lo que más le asusta es un futuro sin acceso a una jubilación regular. Para Greta, que es peluquera canina, el mayor temor es sufrir una mordedura y quedar inhabilitada para trabajar sin ningún seguro. Carolina tiene una guardería y quiere una ley que reconozca su trabajo para poder tomarse una licencia y vacaciones pagas.
Los trabajadores que brindan servicios vinculados al bienestar de las mascotas son cerca de 100 mil. Se desempeñan, en su mayoría, sin contrato laboral ni facturar. Según estiman, cada vez son más.
Es que hoy más familias se consideran “multiespecie” y en lugares como la Ciudad de Buenos Aires las estadísticas oficiales arrojan que hay más perros que bebés: son 397 mil niños de menos de 10 años en comparación a los 490 mil perros relevados por la Encuesta Anual de Hogares 2022.
Peluqueros, paseadores y pet-sitters llegaron para quedarse y reclaman por una ley que contemple un régimen especial similar al de las empleadas domésticas, que otorgue obra social, jubilación, ART, licencias por maternidad y vacaciones, entre otros derechos. Se presentó en 2022 en el Congreso, pero hasta ahora no tuvo avances.
No solo están al margen de la garantía de derechos que tiene cualquier trabajador, sino que en el contexto electoral, de fuerte devaluación, quedaron también fuera de la posibilidad de recibir un impulso económico, como el bono de $ 60.000 en dos cuotas que dio el Gobierno.
“Como trabajadores caninos, en las distintas ramas, trabajamos todos los días, más de 8 horas y sin ningún tipo de derecho laboral, porque somos parte del 50% de trabajadores informales que hay en Argentina”, explicó a Clarín Matías Tomsich, representante del Sindicato de Trabajadores Caninos.
Y detalló que la formalización del sector no solo acarreará beneficios para los empleadores, sino para los perros que “estarán mejor cuidados” y al Estado que recaudaría, según sus estimaciones, unos 3 mil millones de pesos en aportes.
Cuidado de perros: una actividad con riesgos para la salud
Greta Lorena Rey, de 49 años, es peluquera canina y felina en Buenos Aires y hace 25 años trabaja en distintas veterinarias, pet-shops y salones de peluquería canina haciendo baños, cortes de pelo, deslanados y cortes de uñas en perros, gatos y hasta animales exóticos. Era docente, pero dice que esto le gusta más y decidió dedicarse de lleno a su vocación. En 2004, casi pierde todo.
“Me mordió un ovejero alemán en ambas muñecas”, cuenta a Clarín. Como casi el cien por ciento de los peluqueros caninos, Greta trabajaba “en negro”, es decir sin ningún tipo de contrato, y mientras intentaba detener el sangrado de la herida, tuvo que esperar a que su hermano la pasara a buscar por la veterinaria y la llevara al hospital.
Greta Lorena Rey, de 49 años, es peluquera canina y felina, en Ciudad de Buenos Aires,Le dieron puntos, la antitetánica y profilaxis de emergencia contra la rabia, y tuvo que perder diez días de trabajo. Pero lo peor fue la idea que la asaltó: “Esto podría haber sido peor y me podría haber jodido la vida”.
«Cuando sos un trabajador informal y te pasa una cosa así, la sensación de ‘estoy en pelotas’ es muy fuerte. Tengo una compañera que por problemas de salud tuvo que dejar, pero en lo más chiquito también te das cuenta. Porque no podés parar. Entonces, si tenés una mordedura en un brazo, te envolvés en papel film con un guante encintado y seguís”, explica.
En general, los locales pagan un porcentaje de cada servicio prestado, pero “las jornadas son bastante largas, porque la aspiración es trabajar ocho horas, pero quienes arman las agendas son los dueños de los locales, que no saben calcular bien el tiempo que puede tomar cada animal”, detalla Rey.
Y agrega: “Esta es una actividad que en su grueso es realizada por mujeres. Me tocó trabajar con chicas que hasta 10 días antes de parir estaban paradas poniendo el cuerpo al laburo y volviendo a los 20 días, porque sino no hay nada que la respalde económicamente. A mí se me estruja el alma. Es una situación que me angustia mucho y me parece muy injusta”.
Trabajadores caninos: la incertidumbre de cara al futuro
José Luis Braga, de 42 años, es paseador y adiestrador canino en Palermo y Recoleta. De adolescente trabajó de otras cosas, como repartidor de comidas y fumigador, pero hace dos décadas empezó a hacer paseos con perros y no lo cambió más. “Para los que amamos a los animales poder tener este vínculo a diario es muy gratificante”, expresa.
Y agrega que “con el paseo lográs que sociabilicen, se estabilicen emocionalmente al descargar energía. Con el adiestramiento ayudás a que muchas familias convivan mejor con sus perros de compañía”.
José Luis Braga, de 42 años, es paseador y adiestrador canino en Palermo y Recoleta.¿Cuánto se paga hoy? Braga cuenta que trabaja de lunes a viernes unas ocho horas, el tiempo que le toma buscar una combi, pasar a buscar a los perros, hacer unos paseos por la zona, controlarlos dos horas mientras juegan en un parque, volver a llevarlos, higienizar y otras tareas. En total, dice que su ingreso ronda los $ 350.000 y que cada paseo se cobra mensualmente unos $ 22.000.
La mayoría paga en efectivo y otros hacen una transferencia, pero nadie hace un contrato en blanco, “a pesar de que la relación laboral por ahí dura como diez años”, dice. Y remarca que eso significa que los paseadores queden exceptuados de los derechos que la mayoría de los trabajadores gozan, como vacaciones pagas, por ejemplo.
“En lo que más me afecta en lo personal es para proyectar para un futuro, porque al estar en la informalidad total, va a llegar un día en el que por ahí no puedas hacer el trabajo y no tengas una jubilación acorde. Hay muchas compañeras o compañeros que son monotributistas para poder hacer algún aporte pensando en su futuro, pero después no se utiliza el sistema de facturación, y la realidad es que no tendríamos que facturar si lo que hay es una relación laboral”, contó
“Toda la vida me capacité para esto”
Carolina Gemetro, de 49 años, es adiestradora y tiene una guardería canina en su casa, en Ingeniero Maschwitz. Trabaja con varias modalidades. Con un grupo de perros “fijos” que van entre cuatro y seis horas todos los días de lunes a viernes, con quienes hace una base de ingresos mensuales que ronda los $ 350.000. Y después están los que son estables, pero en distintos horarios, y los eventuales de personas que, por ejemplo, se van de vacaciones y precisan dejar a su mascota con alguien.
Carolina Gemetro, de 49 años, es adiestradora y tiene una guardería canina en su casa, en Ingeniero Maschwitz.“Yo tengo una relación laboral estable con las personas que traen sus perros y me gustaría estar en blanco, pero no estamos registrados. Y tampoco puedo facturar, porque lo que yo hago no es un servicio”, afirma Gemetro. Y compara su oficio con el trabajo que pueden tener, por ejemplo, “las empleadas que están al cuidado de personas, ya sean adultos mayores, niños o personas con discapacidad”.
Gemetro dice que es fundamental poder estar registrada, entre otras cosas, por la calidad de su trabajo. Hizo capacitaciones de adiestradora, aprendizaje y comportamiento canino, y es técnica en bienestar animal y auxiliar veterinario. “Yo toda la vida me capacité para esto. Soy una persona que siempre trató de aprender, de hacer un curso más, que me ayude, que me permita crecer. Entonces, para mí es totalmente necesario”, asegura.
MG