Todos quieren ser Boca. La frase se replica en la mayoría de los programas que llenan horas de programación con debates futboleros e inunda las publicaciones en redes sociales. Matices al margen, hay una obviedad que refiere a la presencia del Xeneize en la final de la Copa Libertadores, en semifinales de la Copa Argentina y por resolver su ingreso a los Playoffs por el título en la Copa de la Liga Profesional.
Pero resultados al margen, la victoria sobre Talleres de Córdoba en Mendoza ratificó la curva ascendente de un rendimiento que estuvo cuestionado, que bancó los malos momentos del ciclo y que llegó a la cúspide de estos seis meses de gestión de Jorge Almirón en el tramo más importante de la temporada.
Lo dijo Valentín Barco, quizás, el mayor exponente de esta mejoría en el juego. Su desfachatez y atrevimiento fue un bálsamo para los problemas en la gestación de juego que tuvo el Boca de Almirón en gran parte de estos 188 días que pasaron desde que asumió tras la salida de Hugo Benjamín Ibarra.
«Nos estamos entendiendo mucho mejor, el sistema también ayudó, pero jugamos bien al fútbol», explicó el Colo, minutos después de haber demostrado su jerarquía al ejecutar una vez más el último remate de una tanda de penales, una situación que muchos sufren, pero que para el Xeneize parece inmaculado desde 1977 a la actualidad, donde consiguió 33 victorias en las series que se definieron desde los once metros.
Foto. Orlando PelichottiHay dos triángulos que le funcionan a Almirón: el del medio de contención/gestación con los Fernández (Equi y Pol) más Cristian Medina; y el de tres cuartos de cancha hacia adelante con Colo Barco, Edinson Cavani y Miguel Merentiel.
Más allá de la falta de efectividad del emblema uruguayo, el tándem charrúa con la Bestia Merentiel sirvió de complemento perfecto para el desempeño de Barco. Desde ahí se empezó a gestar este Boca más punzante y protagonista en campo rival, sin perder el orden.
Hay, además, otra sentencia que se relaciona a lo que en algún momento le ocurrió a la Selección Argentina entre marzo y junio de 2022: el invicto que arrastraba la Scaloneta hacía que hasta los propios jugadores pidieran a gritos que el Mundial llegara cuanto antes.
La sensación es que Boca quisiera que la final ante Fluminense se juegue lo antes posible, porque el rendimiento y los resultados son inmejorables. La diferencia se hace ínfima si se analizan los números llanos, porque el Xeneize ganó apenas dos partidos en los 90 minutos de los últimos 16 que disputó por todas las competencias.
Y los tres duelos que le restan hasta ese 4 de noviembre en el estadio Maracaná pueden servir tanto como para ratificar la flecha roja en alza como para devolver las dudas y fantasmas de ver escaparse la Séptima.
El viernes 20 recibirá a Unión de Santa Fe en La Bombonera, el martes 24 visitará el Cilindro para el clásico frente a Racing que reeditará los cuartos de final con Sergio Chiquito Romero héroe en los penales, y el sábado 28 -se proyecta ya con un equipo alternativo- será la última función ante Estudiantes de La Plata -el mismo rival que en semis de la Copa Argentina-, otra vez como anfitrión.