Apenas unos días más tarde de que el INDEC informara que el 40,1% de la población se ubica por debajo de la línea de la pobreza, el jefe de Gabinete de la provincia de Buenos Aires, Martín Insaurralde, apareció en las redes dándose la vida propia de un magnate o potentado.
La mujer con la que comparte (o compartió) esos lujos, Sofía Clérici -de profesión, modelo- difundió fotografías y videos que los muestran en un viaje de placer en un lujoso yate, en Marbella (España). La cuenta de Instagram explotó y los comentarios explotaron, también.
El sábado fue, entonces, de escándalo para el ex de Jésica Cirio (de quien se separó hace alrededor de dos meses) y de vergüenza para el kirchnerismo que, a poco menos de un mes para las elecciones, estalló en furia. La renuncia fue una consecuencia lógica, pero que no pudo ni podrá acallar el ruido. Al menos no, en el camino que resta de aquí a la cita con las urnas. Como si eso fuera poco, mañana es el debate entre los candidatos presidenciales. Otra incomodidad para Sergio Massa.
Insaurralde lo sabe. “Como no quiero que se me utilice para afectar al espacio político en el proceso electoral, presenté hoy mi renuncia al cargo de jefe de Gabinete de la Provincia”, dijo en el breve texto que su equipo de prensa difundió entre los medios (bonaerenses y porteños). Para entonces, desde el entorno del gobernador Axel Kicillof ya le habían advertido que si no dimitía lo echaban.
Los lujos del ahora ex funcionario fueron criticados desde la oposición (otra consecuencia lógica) y propagaron la bronca entre los cercanos a la vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner. La torpeza política no tiene límites. Tampoco la desfachatez, y así lo demostró Isaurralde, acusado ahora de contar dinero delante de los pobres.
Las fotografías del escándalo lo mostraron en una embarcación de lujo, con copas de champagne, bolsos de marcas caras, un reloj bien top y el mar en el horizonte de Marbella.