El ocaso puede demorarse, pero algún día llega. Por más narrativa sin correlato que haya, por más efímeros resultados que puedan opacar las cuestiones de fondo, la realidad suele imponerse. Porque todo llega. La magia no dura para siempre: Guillermo Coria dejó de ser el capitán del equipo argentino de la Copa Davis, un puñado de días después de la eliminación en cuartos de final en el Final 8 de Málaga.
La salida del ex número tres del mundo fue, según anunció el comunicado oficial de la Asociación Argentina de Tenis (AAT), «de común acuerdo». La decisión llegó luego de una reunión que mantuvo el Mago con el presidente de la entidad Agustín Calleri.
“Estamos muy agradecidos por estos años al frente del equipo. Consideramos que su trabajo fue de menor a mayor y que consolidó un grupo de jugadores jóvenes que le darán muchas alegrías al tenis argentino en los próximos años», rezaban las declaraciones del dirigente cordobés, cuya gestión atraviesa el segundo mandato -asumió en 2018 y revalidó sin elecciones en 2022– y siempre tuvo, al menos hasta el momento, a Coria como uno de los vocales titulares de la consejo directivo.
El ciclo del «capitán-dirigente» había comenzado en 2022, luego de una etapa de desprestigio para el puesto que tuvo a Gastón Gaudio al frente del plantel. Llegó para suplir las falencias de comunicación del Gato y para encarar el proceso de recambio generacional, como bien mencionó Calleri. Es cierto, con Coria debutaron los actuales singlistas titulares: Sebastián Báez, Francisco Cerúndolo y Tomás Etcheverry. Tan cierto como que habrían tomado la posta de cualquier manera por el curso natural de toda renovación.
El primero de los tres años de Coria como capitán exhibió ciertas insolvencias en la conducción: en Bologna, en una fase de grupos para el olvido, no pudo contener el embrión de una disputa que, a posteriori, generaría un perjuicio deportivo para la Argentina: tuvo un cruce discursivo con Horacio Zeballos, el mejor doblista de la historia del país, y hasta debió interceder Calleri cuando no es común que los dirigentes se involucren en temas de vestuario.
Aquel suceso hizo trastabillar su continuidad, pero al cabo permaneció firme y hasta se ganó la renovación una vez cumplido el lapso de los dos años. En la tercera temporada, la última, detonó la disputa con Zeballos acaso en el momento más inoportuno: lo marginó del plantel de los Juegos Olímpicos de París 2024, en Roland Garros, días después de que el zurdo marplatense se consagrara como el doblista número uno del mundo.
El devenir de los hechos, conversaciones telefónicas mediante, terminó con un rechazo final de Zeballos a jugar la fase de grupos de la Copa Davis en Manchester, donde la Argentina de todos modos logró la clasificación al Final 8, contra varios de los pronósticos. En la semana final en Málaga quedó en las puertas de las semifinales tras perder ante Italia, el bicampeón que tuvo al número uno Jannik Sinner como carta letal.
«La semana pasada, en Málaga, Argentina dio muestras de su madurez al dar batalla frente a los mejores del mundo, convirtiéndose en el único equipo en sacarle un punto a Italia, que luego vencería a Australia, en semifinales, y a Países Bajos, en la final, para retener el título de campeón», rezó el comunicado oficial de la AAT, con un claro juicio de valor que, dimensionado frente a la condición de potencia que ostenta la Argentina en el mapa del tenis, tiene sabor a «épica de lo insuficiente». Este miércoles, sin ir demasiado lejos, se cumplirán ocho años de la conquista del único título mundial en la Copa Davis de la mano de aquel recordado equipo del capitán Daniel Orsanic y del as de espadas Juan Martín del Potro.
Reminiscencias
«La relación con el capitán no es buena; tenemos visiones diferentes. Me cuesta respetar su palabra y por eso, sumado a la presión que representa la Davis, prefiero dar un paso al costado». La expresión le pertenece a Zeballos, minutos después del último llamado que le hizo Coria, ya presionado por la situación y por la presencia del doblista en las instancias finales de los mejores torneos, con la intención de que se sumara al equipo que viajaría a Manchester.
No fue un rechazo corriente; la crónica de los hechos retrotrajo algunos recuerdos de (no tan) viejos tiempos de controversia en los que la conducción permanecía enfrentada con el jugador más destacado: en la etapa de su vida en la que apilaba victorias contra los mejores, Del Potro se mantuvo alejado de la Davis. Cuatro años (2012-2016) sin jugarla le valieron cierto escarnio público pero le dieron la firmeza para colisionar con los desmanejos de aquella antigua gestión, de cercanía ideológica con la actual, que tenía a Martín Jaite como capitán -hoy dirigente miembro de la Comisión Fiscalizadora- y a Héctor Romani como director ejecutivo de la AAT.
«No entiendo que no juegue la Davis; es como si Usain Bolt no quisiera correr la posta», decía el Bicho: lo exponía en público y, en simultáneo, manejaba la batuta en las sombras para que la vieja hinchada de la Davis cantara contra él. Decía querer cerca al mejor pero hacía todo por alejarlo. Del Potro volvería en 2016, ya con otra gestión, para cerrar el círculo y ganar la única Davis de la historia.
En su propia lógica, Coria desestimó al as de espadas. Fue a los Juegos Olímpicos con un plantel competitivo pero ni siquiera estuvo cerca de la zona de las medallas. Dijo ser fiel al «compromiso» y mantuvo su decisión de llevar cuatro singlistas y dos doblistas -el límite por país y por rama en los Juegos-, sin tener en cuenta que el circuito es dinámico y que las opciones cambian semana a semana: en el medio Zeballos escaló a la cima del mundo, pero el capitán sostuvo la dupla de Andrés Molteni y Máximo González.
«Siempre estuvo decidido que iban a ir cuatro singlistas y dos doblistas. Desde hace varios meses todos supieron cuáles eran las condiciones», justificaba Coria, respaldado por la cúpula dirigencial, en la palabra de Calleri: “Nosotros siempre nos mantuvimos al margen. Apoyo la decisión de Guillermo. No nos involucramos en el armado del plantel. Siempre se habló de que iban a ser cuatro singlistas y dos doblistas». ¿Habrá pagado caro Argentina el costo de aquella creciente disputa con Zeballos? El mejor argentino no compitió en los Juegos y no aportó su oficio en un punto que, con el formato actual de la Davis, representa un enorme 33% de la serie -dos singles y un doble-. Contrafácticos, claro, pero contrastados por una realidad: Argentina no armó el mejor equipo posible, casi una obligación en cada competencia de la que participa.
«Me llamaron corrupto»
Las suspicacias alrededor de las decisiones de Coria sobrevolaron durante meses en el ecosistema del tenis. Antes de París 2024 hubo dos sucesos que dejaron al capitán preso de sus palabras: la llegada al número uno por duplas de Zeballos y el meteórico ascenso de Mariano Navone, que demoró apenas seis meses en subir del 125° puesto al 29° en el ranking de singles y en meterse como número tres de la Argentina, en una zona en la que relegó al cuarto lugar a Tomás Etcheverry.
“La decisión fue deportiva. No vimos como una posibilidad poner a Zeballos con un singlista. Los que jugamos al tenis sabemos que no garantizan una medalla porque no jugaron juntos; tampoco la pareja de dobles. ¿Por qué le íbamos a sacar la chance a Navone con el año que tiene? Con Tommy Etcheverry, lo mismo», argumentaba Coria.
Hubo quienes aventuraron, entonces, que habría tenido un doble costo para Coria dejar afuera a una de las tres piezas -Etcheverry, Molteni y González- que integran la carpeta de jugadores representados por la agencia Summa Sports, cuyo armado tiene como uno de los mayores referentes a Mariano Zabaleta, el vicepresidente de la AAT, quien aún no esgrimió declaraciones al respecto.
Ante el aparente conflicto de interés, con aires de éxito horas antes del viaje a Málaga, el capitán se defendía, en diálogo con BATennis: «Las reglas siempre fueron claras, tanto en los Olímpicos como en la Davis. La Asociación también respaldó la decisión. Se trata de compromiso; el que no quiere jugar se tiene que hacer cargo. A mí hasta me trataron de corrupto; mezclaron el tenis con la política».
Haya sido una determinación deportiva o una decisión para respetar el compromiso, según sus palabras, lo cierto es que Argentina se privó de su actual as de espadas, que viene de jugar nada menos que por quinta vez el Masters de dobles, una disciplina muchísimo más relevante en las competencias por países. Lejos de la gloria, no hubo resultados acordes a una potencia mundial. Tampoco hubo equipo para pelear medallas en París, con el número uno que debió quedarse en Buenos Aires. La capitanía de Coria no fue magia, en definitiva, porque nunca la hubo.
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