No es una más ni será la mejor. Pero sí, seguramente, integrará por largo tiempo el listado de las series diferentes, ésas que permiten despejar maleza de la nutrida oferta selvática del streaming para encontrar un relato distinto. La alemana Mindfulness para asesinos tiene un registro tan particular que cuesta encasillarla en un género determinado. Tiene mucho de comedia negra, algo de drama, un toque de suspenso, un mix de condimentos y, por momentos, uno no sabe si reírse o llorar. Pero tiene -uno, al menos- al necesidad de seguir viéndola.
No tiene la pretensión rupturista de quedar en la historia del streaming como la que rompió el molde, pero, sin romperlo, le genera fisuras interesantes. Si uno se dejara llevar sólo por la sinopsis de Netflix caería en la trampa de esperar por algo que no es tan así. Porque hasta a la síntesis argumental le cuesta definirse con un puñadito de palabras precisas.
Se dice que el abogado Björn Diemel, especialista en defender mafiosos, intenta encontrar un equilibrio emocional -siguiendo los consejos de su esposa- y termina convirtiéndose en un asesino serial que sabe respirar.
Bueno, no es tan así, pero tampoco tan diferente. Lo mejor de la serie, basada en la exitosa novela homónima de Karsten Dusse, es que este hombre, obsesionado por su trabajo, descuida su vida familiar, integrada por su mujer, Katarina, y su pequeña hija Emily. Se lo ve ir de casa al trabajo y del trabajo a otros sitios relacionados con su trabajo.
Referente para los mafiosos, vive siendo el títere de un peso pesado y, sin dejar de serlo y a punto de perder a su familia, accede a ir a ver a un coach de mindfulness (una técnica de meditación muy de moda, enfocada en la respiración y en el registro del aquí y el ahora). Al principio habrá resistencia de una parte e insistencia de la otra. Y después de varias sesiones Björn saldrá de ese espacio de control mental diferente. Ya no respirará sin darse cuenta. Hará los deberes: al principio por obligación y luego el mindfulness será su mejor aliado, aún en pleno horror.
Pero en el medio pasan cosas, como en la vida de todos. Porque sus clientes no querrán tener un defensor zen, y los casos en los que queda involucrado le impiden llevar la nueva vida que querría. Entonces Björn Diemel hace malabares para poder estar con su hija, con su «aquí y ahora», mientras los asesinatos lo rodean. Y lo dejan en el centro de la escena.
Más allá del gran trabajo interpretativo de Tom Schilling como Björn, uno de los mayores atractivos de Mindfulness para asesinos es el modo de relato, en el que el protagonista rompe la llamada «cuarta pared» para hablar con el público, como lo hacía de maravillas la heroína de Fleabag. El uso de ese recurso aporta más picante a esta comedia negra que por momentos no tiene piedad (fundamentalmente cuando no se sabe qué hacer con los cuerpos) y por momentos le sobra sarcasmo.
Sin embargo, la trama sabe hacer equilibrio sobre una cuerda diferente, desde la que el personaje central trata de no caerse ni hacia el lado de la víctima ni del victimario. Si usted es de uno de esos espectadores que necesita empatizar o no con el protagonista, quizás no sea ésta la historia para ver. Porque en esa zona difusa de «héroe de la nueva paz» y el villano en el que muchos quieren convertirlo se encuentra el toque de magia de esta serie que no será brillante -porque se repite en el vaivén constante de sus dos universos-, pero que vale la pena ser vista.
A lo largo de sus ocho episodios termina siendo una bocanada de aire, por momentos oscuro, pero que uno inhala y exhala a otro ritmo, como si hubiera quedado envuelto en un ejercicio de mindfulness.
Ficha
Calificación: Buena
Comedia, drama, thriller Protagonista: Tom Schilling Guión: Anneke Janssen Dirección: Boris Kunz Emisión: Ocho episodios en Netflix.