miércoles, 30 octubre, 2024
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Miguel Pichetto optimista, el bloque PRO en llamas y las empanadas frías de Martín Menem

Rolandi, el peregrino silencioso

Toda crisis prepara una nueva normalidad. Se acomoda el Gobierno para salir de perdedor cuando echa mano de los recursos que aún funcionan en el Congreso y en quienes descansa esa normalidad. Con mandato cierto de Guillermo Francos, jefe de la administración según la Constitución, su segundo José Rolandi peregrinó silencioso en la mañana del viernes hacia el despacho más alumbrado del Congreso, la oficina de Miguel Pichetto.

Durante dos horas el vicejefe de Gabinete escuchó del jefe del nuevo Interbloque Federal (31 diputados que son la bisagra de la vida legislativa) un análisis fino de los dictámenes de mayoría y de minoría que este miércoles van al recinto en el Senado. Rolandi se fue tranquilo porque Pichetto desdramatizó la incertidumbre sobre el destino de las leyes de Bases y de reforma fiscal en este bascular entre las cámaras.

También alegró el ojo por el entorno de la cita. La oficina de Pichetto, en un edifico frente al palacio del Congreso, contiene una muestra del pintor Julio Pereyra, nativo de Allen, Río Negro. Imagina banderas y otros coloridos emblemas. Coincidieron en que las reformas del Senado son razonables y que esas dos normas, de las que el Gobierno dice depender, no corren peligro de rechazo.

Del lado de Pichetto también le urge la aprobación. Camina por la cornisa de una oposición dialoguista a la que le cuesta encontrar justificativos ante tantos ataques del oficialismo. Pero cree que hay que sacar estas leyes para que el Gobierno deje de argumentar que no hace lo que debe porque no lo dejan. Hay explicaciones más simples: ¿Cómo va a funcionar el Estado si lo gobierna alguien que está contra el Estado? Si fuera un club de futbol, dejaría, con una sonrisa, que se vaya a B. Elemental.

El PRO, camino de perdición

El Senado publicó esos dictámenes el jueves pasado, pero lo que se votará se conocerá el mismo miércoles. Juan Carlos Romero, el DT de «Los 39» no K que controlan la cámara, aconseja no arriesgarse a entrar al recinto sin compromisos cerrados. Ya con el dictamen de minoría de Martín Lousteau hay cierto riesgo. Incluye en su iniciativa, que contradice al bloque al que pertenece, algunos puntos que pueden tentar al cristinismo a apoyarlo, sólo para desbaratar al bloque de «Los 39».

Riesgos que asumen todos, aunque juegan al límite de la capacidad de acordar. No hacerlo puede provocar derrotas hirientes, como la que sufrió el oficialismo en Diputados cuando se aprobó la nueva fórmula jubilatoria, o peor, el rechazo de la anulación de las jubilaciones para ex presidentes (at. 11° del proyecto).

Fue una rodada histórica en la cual el voto del bloque dialoguista Hacemos y su arco de socios, sumados al peronismo, le propinó una paliza al Gobierno y sus amigos. ¿Era evitable? El eje de ese final fue el PRO, cuya conducción a cargo de Cristian Ritondo está rodeada por el bullrichismo, en un proceso que vaticina la ruptura de esa bancada.

El bullrichismo hoy es el gobierno y el PRO subsiste como otro club de la oposición dialoguista. El resto querría un carné de identidad que le permitiera cierto aire de oposición también dialoguista. En el debate sobre la movilidad el PRO jugó con La Libertad Avanza sólo para perder. Si hubiera buscado acercarse a los radicales y a Hacemos, estaría entre los ganadores. No se entiende cuál es el público de estos gestos de un partido se va como quien se desangra.

Los acuerdos están

El repaso que hicieron a solas Rolandi y Pichetto es el acuerdo más importante que se registra en este debate, por las consecuencias que puede tener. Para el Gobierno es la seguridad de que el pase del Senado a Diputados será incruento y que podrá haber ley en la última semana del mes de junio. Las batallas que puedan aparecer están negociadas.

1) Ganancias: no sale si no se accede a que las provincias patagónicas que están en el «club de salario alto» tengan un piso especial del 22%.

2) Se acepta en paz que las regalías mineras pasen del 3% al 5% (3% para los contratos vigentes, hasta 5% para los nuevos contratos).

3) Una caricia al RIGI (Régimen de Incentivo a las grandes Inversiones) abrirá los beneficios a las pymes y a las empresas locales. Es un proceso que ocurrirá de todos modos por la dinámica misma de los negocios. Les conviene a los grandes que participen los más chicos, allanan resistencias y pueden obtener mejores condiciones.

4) Sigue peligrando la inclusión de Aerolíneas en la lista de las empresas privatizables. Hasta ahora no cuenta con los votos necesarios, y dejar ese cable suelto puede hacer peligrar el quórum.

5) En materia laboral, el Senado insistirá en incluir como causal de despido la intervención en bloqueos (o piquetes) a empresas. Los halcones insisten en que debe estar reglamentado más allá del código penal. Pichetto intenta convencerlos de que es raro que un trabajador bloquee una fábrica. Esos actos son más bien de piquetes de barras sindicales que no pertenecen a las empresas.

Dos bloques estallados

El Congreso entra en estado de revisión de daños y perjuicios de la sesión de la semana pasada. El bloque del PRO está estallado. El bullrichismo desnaturaliza lo que queda al macrismo de oposición dialoguista. En la sesión hubo dos ausencias significativas. María Eugenia Vidal, quien había informado sobre el dictamen de los suyos, y Silvia Lospennato, vicepresidente de la Cámara y otro de los engranajes imprescindibles de la tarea legislativa.

No compartieron que su bancada, en medio de la sesión, cambiase el voto y pasase de la abstención -al haber sido su dictamen superado por el ganador- al rechazo. Por preservar ese mandato que se modificó en medio del debate, prefirieron salir del recinto. Hay legisladores del bloque del PRO que esperan a que se aprueben las dos leyes que vienen del Senado para plantear una migración a un bloque aparte.

No están mejor las cosas en los otros bloques. La UCR estalló de nuevo por acusaciones de no cumplir la palabra de Rodrigo de Loredo -lo denunció Germán Martínez por segunda vez-. Sostuvo la derogación del beneficio a expresidentes e hizo perder a su bancada. ¿A quién se le ocurre pensar que alguien busca ser presidente para cobrar la pensión? En el peronismo se notó más la disidencia entre la conducción cristinista, que ejerce agazapadamente el infante Máximo, del sector dialoguista apodado «Tabaco», que representa Victoria Tolosa Paz.

Con la comida no, dijo Scioli

Pero quien más cuestionamientos recibe es Martín Menem. Pidió que los bloques firmasen una nota pidiendo aumento de sueldos. Se lo negaron y lo comunicó igual en el peor momento: una sesión en la que el oficialismo era derrotado. Le pidieron que no lo hiciera, pero igual los agravió exponiéndolos. A fin de año tiene que renovar la presidencia de la Cámara. Le va a costar recibir el acuerdo que en diciembre pasado le cedieron, siendo minoría apabullante, por cortesía hacia un oficialismo que cada día maltrata más a sus adversarios.

Empeora el ánimo que Martín no cumpla con la tradición de avituallar a los diputados en sesiones tan largas. Le atribuyen la teoría de que las sesiones especiales no incluyen vianda. La alimentación de un diputado tiene un costado nutricional, pero otro político, que es más importante. Si no les dan de comer, se las rebuscan, como indica la máxima de Milei de que nadie se muere de hambre. Se van a comer afuera y quitan número en el recinto, algo que es un peligro permanente.

Esta vez accedió a unas empanadas que llegaron algo frías, y una mata de lechuga o símil lechuga, en un modesto blíster de plástico. Ni soñar con la época de Emilio Monzó, cuya munificencia ha hecho historia. Habilitó el bajo-recinto como un club privado para el descanso y hay quienes recuerdan que alguna vez ofreció hasta sushi.

Consultado que fue Pichetto sobre este problema respondió: «Cuando estoy de sesión yo no como nada». José Mayans se ha referido a las afinidades personales del diputado. Lo de no aplaudir «es un verso de Pichetto, porque no le gustaba reírse ni nada de estas cosas; ni la música, ni el mate ni nada». Como sancionó Daniel Scioli en plena guerra del campo: con la comida no se jode.

Lo barato sale caro

El Gobierno pelea por hacer músculo desde su debilidad de origen. Ese empeño es más fuerte que la búsqueda de soluciones o de emprender en serio una gestión eficiente. Cuesta entender cómo no eligen caminos menos cruentos. Pudieron hacerlo en el debate de la movilidad jubilatoria. Se empeñaron en insistir en la fórmula que contiene el DNU 274/2024 de marzo pasado. Pero los Diputados aprobaron un entendimiento entre los bloques de la oposición amigable (UCR, Hacemos, etc.) y el peronismo, para imponer por 160 votos una fórmula que implica un costo fiscal cercano al del DNU.

¿Cuál fue el resultado de esa insistencia? Alimentar el relato victimizador, que el Gobierno no administra porque no lo dejan. Le importa más la construcción de poder que la gestión. No está mal, porque es el propósito de la tarea política, donde importa más la gobernabilidad que la gestión, porque sin poder no hay gestión. La insistencia en ese rumbo pone más fragilidad sobre lo que viene.

Desde el día mismo de la sesión, el Gobierno avisó que vetará la norma si es aprobada en el Senado. Puede ser que el Congreso insista, con 2/3 de los votos. Es prematuro imaginar qué pasará en el corto plazo. Pero la amenaza echa más nafta al fuego. Si el Congreso no logra la insistencia, con 160 votos de origen en Diputados, le sobra para una maniobra de respuesta más fuerte y que el Gobierno debería prever: derogar el DNU 274.

Si esto ocurre vuelve a regir la fórmula que impuso el gobierno de Alberto Fernández. Esa fórmula tiene un costo fiscal de 1,9 puntos del PBI, contra el 0,4 de la que aprobaron los diputados, y que no está tan lejos que la que proponía, por ejemplo, el PRO.

El peronismo entregó a Alberto

Nicolás Massot, informante del proyecto ganador, advirtió sobre el sentido político del apoyo del peronismo al proyecto negociado con la UCR y los amigables de Hacemos. «Acá estamos ante una situación que no se da hace décadas. Me refiero a que el principal partido de la oposición, por los motivos que cada uno quiera -pero la realidad es la realidad-, hoy está dispuesto a votar un cambio de fórmula, sustituyendo la propia, lo que puede constituir ni más ni menos que un acuerdo bastante responsable de una fórmula que, claramente, es superadora y de largo plazo».

Llamó a que el Gobierno escuchase esta señal en beneficio de la gestión y que, en todo caso, destacase que el peronismo abjuraba de algo que firmó Alberto como si fuera más malo que lo que se votaba. También Massot fue al fondo de costo fiscal, que en síntesis significa que el Gobierno, si vuelve a la fórmula de Alberto, deberá reconocer de manera retroactiva, la inflación del 170% de 2023.

Si acepta lo que se votó y se olvida del veto, deberá reconocer apenas el 8% de enero pasado, que de eso se trata. «Entendimos todos -explicó-, por responsabilidad fiscal, que un proceso de desinflación no podía tener una fórmula que había sido diseñada para un proceso inflacionario. Eso es lo que pasó. Veníamos con una fórmula que había sido diseñada -por eso, el rezago de quince meses- para un proceso de incremento de la inflación, que implicaba una pérdida, cuanto menos financiera y económica, para los jubilados».

«Ahora bien, esa avivada -ironizó Massot- fue aprovechada por el Gobierno que comenzó en diciembre. Cuando encontró la negativa a derogar de plano la fórmula de movilidad, nos dijeron: ‘Bueno, aprovechemos esta mala fórmula en estos fogonazos inflacionarios desde diciembre a mayo -más o menos-, que es lo que nosotros calculamos que va a durar, así aprovechamos lo malo de la fórmula anterior, que se ve que para eso no era tan mala. Entonces, de sopetón le metemos el cambio de fórmula anclando la jubilación, nos comemos los quince meses de rezago, porque lo dejamos en dos y, cuando la inflación empiece a bajar, nos subimos a las bondades de la nueva fórmula”.

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