El primer ministro británico, Keir Starmer, presentó este lunes en un astillero de Glasgow la nueva Revisión Estratégica de Defensa del Reino Unido, marcando un giro claro hacia una política de seguridad nacional más agresiva y militarizada.
Con un tono marcadamente bélico, Starmer declaró que el Reino Unido debe prepararse para un contexto internacional cada vez más hostil y, en consecuencia, entrar en una fase de »preparación para la guerra». Su gobierno, aseguró, adoptará una postura de »estado listo para el combate».
En su discurso, Starmer destacó que el Reino Unido enfrenta la amenaza más grave desde la Guerra Fría, especialmente por el comportamiento agresivo de Rusia, y que todos los ciudadanos »deben hacer su parte».
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No obstante, pese a la retórica decidida, evitó comprometerse con una fecha concreta para alcanzar el prometido gasto del 3% del PBI en defensa, una meta fundamental para financiar las ambiciosas medidas esbozadas en la revisión.
Entre los anuncios más destacados, el gobierno británico prometió:
- La construcción de hasta 12 nuevos submarinos de ataque bajo el acuerdo AUKUS con Estados Unidos y Australia, que sustituirán a la actual clase de siete submarinos a partir de finales de la década de 2030.
- Una inversión de 15 mil millones de libras esterlinas (unos $20.3 mil millones) en la renovación del arsenal nuclear británico.
- El desarrollo de una capacidad militar centrada en la autonomía, inteligencia artificial y sistemas no tripulados, inspirada en las lecciones extraídas del conflicto en Ucrania.
Según la revisión, las futuras unidades militares estarán compuestas en un 20% por vehículos tripulados y en un 80% por sistemas reutilizables o desechables (como drones o misiles).
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La Royal Navy también reducirá costos apostando por una flota más sencilla pero poderosa, y los portaaviones británicos se convertirán en plataformas compartidas con aliados europeos.
Además, el Reino Unidoreforzará la vigilancia del Atlántico Norte con submarinos y sensores no tripulados para contrarrestar movimientos rusos.
A pesar de estos compromisos, Starmer no aclaró cómo planea financiar esta transformación militar. Alcanzar el 3% del PBI en defensa requeriría un incremento estimado de 13 mil millones de libras, una cifra significativa, especialmente en un contexto en el que su gobierno parece dar marcha atrás en otras decisiones difíciles como los recortes a las ayudas invernales a pensionistas o el mantenimiento del límite de dos hijos en beneficios sociales.
Starmer justificó su falta de compromiso afirmando que el aumento del gasto dependerá de las condiciones económicas y fiscales. Sin embargo, esta ambigüedad ha generado críticas, tanto desde la oposición como dentro de su propio partido, por no demostrar la determinación que prometió al abandonar lo que llamó «la política de parches».
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El anuncio llega justo semanas antes de una posible actualización del objetivo de gasto militar de la OTAN. Actualmente, se espera que en la próxima cumbre de junio, los aliados acuerden elevar el gasto militar al 5% del PBI, un salto importante respecto al 2% pactado en 2014.
En este contexto, la promesa del Reino Unido de llegar a un 2,5% a medio plazo (actualmente gasta aproximadamente un 2,3%) podría quedar corta en comparación con aliados como Polonia (4%) o los compromisos de Estonia, Letonia e Italia de acercarse o superar el 5%.
La revisión de defensa también reconoce los problemas estructurales del ejército británico: una fuerza significativamente reducida desde la Guerra Fría, con menos de la mitad del personal militar activo en 1989, y un historial reciente de errores costosos, fallos en adquisiciones de equipo, y escándalos de conducta en conflictos como Irak y Afganistán. En 1989, el Reino Unido gastaba el 4,1% del PBI en defensa.
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El documento, aunque visionario, fue criticado por algunos analistas como demasiado optimista. Se plantea que, combinando sistemas autónomos, IA y »enjambres de drones terrestres», el ejército británico será 10 veces más letal que en la actualidad, una afirmación que Messmer considera más »marketing que realidad».
Asimismo, persisten dudas sobre la capacidad real de disuasión del Reino Unido, especialmente considerando su dependencia de cadenas de suministro estadounidenses y recientes fracasos en pruebas de misiles nucleares.