El próximo canciller alemán Friedrich Merz ha decidido aumentar la deuda pública en no menos de 20 puntos en los próximos 2 años, llevándola de 63% a 84% del producto, lo que equivale a una cifra que puede estimarse en 1.100 millones de euros. Lo hace con el doble objetivo de elevar el gasto de Defensa en todo lo que sea necesario sin fijar límites anticipados de ningún tipo, hasta convertir al sistema militar alemán en una de las más poderosas y efectivas fuerzas de Europa, y tendencialmente del mundo. Lo cual implica elevar los gastos militares de 2,1% actual a 3,7% del producto en 2026.
La reaparición de la potencia militar alemana cambia el significado estratégico de la Unión Europea en el mundo, y le otorga credibilidad a su participación en la política mundial, que hoy no tiene.
Al mismo tiempo se crea un fondo para el desarrollo y la modernización de la infraestructura – ferrocarriles, puentes, puertos, caminos, redes energéticas y de Internet, etc. –, donde en los 16 años de Ángela Merkel experimentó un agudo proceso de desinversión.
El nuevo fondo de infraestructura cuenta con 400.000 millones de euros, con un plazo de duración de 10 años. El primer sector a invertir y modernizar es el de los ferrocarriles, siguiendo un plan especifico y detallado elaborado durante 4 años y que nunca se aplicó, lo que significa que esta gigantesca inversión de 57.000 millones de euros comienza a ejecutarse de inmediato.
Este formidable impulso constituye el mayor estímulo posible a la estancada economía alemana realizado a partir de 1991 (unificación de Alemania con la incorporación de los 7 landers del Este).
Hace más de 10 años que la economía alemana (U$S 4.6 billones / 4,5% del PBI global) no crece, y en los últimos 3 trimestres ha experimentado una creciente contracción de características depresivas.
La deuda pública alemana tiene un freno constitucional que establece que en ningún caso el déficit fiscal puede incrementarse en más de 0,35% del PBI, que es el sistema más restrictivo del mundo avanzado.
En definitiva, el nuevo canciller democristiano (CDU/CSU), en forma verdaderamente vertiginosa, y en alianza con el Partido Social Demócrata (SPD), ha fijado un nuevo punto de partida en la historia alemana, modificando en sus raíces las reglas de juego de una de las grandes potencias manufactureras de la época.
Se trata de un ejercicio extraordinario de liderazgo político dotado de visión y audacia, en lo que constituye claramente un fenómeno de época, que es Donald Trump.
Lo que está ocurriendo en Alemania es que el incremento de la deuda pública puede superar un billón de euros en la próxima década, lo que equivale a 25% del PBI; y esto asegura el renacer de una de las grandes economías del mundo, que a su vez es el centro y eje de Europa.
Si Europa encabezada por Alemania puede volver a ser un protagonista del sistema mundial (lo que hoy no ocurre), la base material para que ésto sea posible es el esfuerzo que ha comenzado a realizar el nuevo canciller Merz.
A partir de ahora ha quedado políticamente extinguido el gradualismo carente de visión estratégica de los 16 años de gobierno de Ángela Merkel. Se ha vuelto a colocar en primer plano la importancia crucial del liderazgo político de tipo carismático encarnado en Merz, que es lo contrario del burocratismo imperante en la Unión Europea. “El siglo XX es la historia de la lucha del carisma contra la burocracia”, dice Henry Kissinger.
Lo que ha sucedido con la deuda pública alemana responde a los siguientes trazos: a partir de 1991 la deuda pasó de 41% a 60% del PBI, y ahora -Merz mediante-treparía en 2 años a 83% del producto. Va a orientar la totalidad de este fenomenal incremento al gasto de Defensa y al despliegue y modernización de la infraestructura, con un particular acento en la innovación y en la alta tecnología.
Lo notable es que aún en estas condiciones el endeudamiento alemán sigue siendo el menor de Europa; y entre los que lo superan se encuentra Francia con 111% del PBI, Italia con 160%; y ambos sumergidos en una profunda recesión.
Ahora Goldman Sachs estima que debido al extraordinario impulso del “shock” de inversión y confianza que trae la política desatada por el canciller Merz, la expansión alemana alcanzaría a 2% anual a partir de 2026, trepando a 3%, o quizás más, en los sucesivos años. Un crecimiento -dato estratégico crucial- sustentado no sólo en las grandes transnacionales automotrices y químicas (Volkswagen y BASF, entre otras), sino también y de manera prioritaria en las pequeñas y medianas compañías del mittelstadt, ese prodigio de productividad y competencia en nichos de la economía mundial que es una genial particularidad de la manufactura germana.
Esta es una nueva época en la historia del mundo, y lo que ocasionó en términos globales la aparición en EE.UU. del “fenómeno Trump””, ahora también se ha revelado en Alemania con la figura de Friedrich Merz.