martes, 7 enero, 2025
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Libertad y miedo, la pareja imposible

El miedo, junto a otras emociones, es una herramienta fundamental en la tarea de gobernar. Esto afirmaba el politólogo francés Renaud Payre al presentar el diálogo entre su compatriota Patrick Boucheron, uno de los más prestigiosos historiadores europeos, y el estadounidense Corey Robin, destacado profesor de ciencias políticas en el Brooklyn College y el Graduate Center, de Nueva York. Este coloquio ocurrió en 2014, cuando Payre dirigía el Instituto de Estudios Políticos de Lyon.  El miedo, así, a secas, vinculado a la política era el tema específico de aquel epistolario.

En esa plática por escrito Corey describió dos clases de miedo: el horizontal, a un enemigo externo (que puede ser real o imaginario, creado para intimidar y mantener en estado de obediencia a la población), y el miedo vertical, que es, en la organización gubernamental, el que sienten los funcionarios subalternos ante sus superiores jerárquicos en una escalada que termina en quien ejerce el cargo máximo.

En aquel intercambio de ideas Boucheron recordaba que, en esencia, gobernar es ordenar de manera armoniosa el desacuerdo, no en provocarlo y alentarlo. Y alertaba sobre el peligro que corren la democracia y la república cuando quien gobierna se ve desbordado por un humor que no controla y que nadie puede contrabalancear. El miedo, según coincidieron estos interlocutores, pone en evidencia la muy delgada y permeable frontera que existe entre el poder autoritario y el poder liberal. Es sabido que para los padres del verdadero liberalismo (John Locke, Voltaire, John Stuart Mill, el Marqués de Condorcet, Adam Smith, Jeremy Bentham, Ralph Waldo Emerson, Alexis de Tocqueville, entre tantas otras mentes brillantes) el miedo no era un factor para introducir en la relación entre gobernantes y gobernados.

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En el equipo gobernante se exige sumisión y obediencia ciega, o el destino es la eyección inmediata y humillante

¿Por qué estudiar este tema en el siglo XXI?, se pregunta Payre en la introducción de Miedo, el libro que recoge las reflexiones de Boucheron y Robin. Y responde que las emociones ya no pueden quedar afuera en el estudio de las cuestiones políticas. Y si las emociones intervienen en la política, agrega, hay que prestar una especial atención al uso que el gobernante haga de ellas. Cita al respecto a Étienne de la Boétie (1530-1563), magistrado, poeta y escritor célebre por su siempre vigente Discurso sobre la servidumbre, en el que dice: “Si dos, tres y hasta cuatro hombres ceden a uno, nos parece extraño, pero es posible en este caso, y con razón, decir que les falta valor”.

Todas estas reflexiones encuentran eco cuando se observa la presencia poco sutil del miedo en la estructura gobernante hoy en la Argentina, en cuyo equipo se exige sumisión y obediencia ciega o eyección inmediata y humillante. Un tremendo oxímoron viviente en un gobierno que se dice libertario (la automática adopción de una etiqueta suele dispensar de la tarea de pensar por cuenta propia). Pero el miedo no termina en ministros y funcionarios incapaces de expresarse con autonomía a menos que sus palabras repitan el dogma impuesto desde una mesa chica. Se extiende a opositores sin coraje, sin creatividad, sin visión y sin propuestas que, temerosos de carpetazos, de verse insultados por la verba presidencial o de recortes presupuestarios, callan, eluden o, en el peor de los casos, se arrodillan o se convierten, con o sin peluca.

Y, aunque se la siga nombrando e invocando de manera grosera y desvirtuada, cabe la pregunta acerca de la libertad. “¿La libertad es considerada como una ausencia de miedo?”, inquiere Renaud Payre. Si la respuesta es afirmativa, queda en claro que no aplica en el caso del libertarismo criollo, que la vocifera por un lado mientras la niega en su propia casa por el otro. n

*Escritor y periodista.

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