La crisis ambiental y el cambio climático hacen que sea indispensable pensar nuevas soluciones basadas en la naturaleza y en sintonía con criterios de sustentabilidad. Una de las principales causas de contaminación de aguas a nivel mundial es la que deriva de los materiales que arrastra el agua de lluvia.
En este contexto, surgen diversas alternativas de sistemas urbanos de drenaje sostenible, técnicas de gestión de aguas pluviales y planeamiento urbano. Entre estos sistemas, los jardines de lluvia, también llamados Rain gardens, cobran fuerza para convertirse, tal vez, en una de las caras visibles (y muy atractivas), del nuevo paradigma en diseño urbanístico ya que reúnen funcionalidad y belleza.
¿Qué son los jardines de lluvia?
A simple vista, están compuestos por plantas de fácil desarrollo que embellecen el paisaje durante las cuatro estaciones. Una mirada más profunda, literalmente, hacia sus raíces, permite ver que esconden muchísimos beneficios.
El biólogo Nicolás García Romero explicó que se crean generando una pequeña depresión en el suelo en el lugar donde el agua escurre normalmente, con la finalidad de que ese flujo se demore y el agua corra más lentamente. Allí, el suelo recibe un tratamiento especial para que filtre el agua profundamente, y sobre eso se colocan plantas que funcionan también como biofiltro para que el agua que pasa por allí llegue al sistema de drenaje pluvial o urbano con muchísimos menos contaminantes y materiales que puedan afectar al curso receptor, ya sea un río, lago o arroyo. “En las urbanizaciones, el agua de lluvia arrastra un montón de contaminantes: barro, fósforo, carbono, cosas que quedan arriba de los techos y en las veredas. Los jardines de lluvia son una manera de armonizar con el paisaje a través de la jardinería y el paisajismo con una finalidad de manejo hidráulico”, señaló García Romero.
El componente funcional y la mejora a nivel infraestructura es innegable. “Es una solución basada en la naturaleza que permite minimizar los riesgos de inundación y de contaminación de cuerpos de agua, a la vez que ahorra mucho dinero e inversión en infraestructura para control de inundaciones y control de agua”, dijo García Romero, y explicó que, cuando llueve y el agua fluye rápidamente, las tuberías y sistemas encargados de dirigirla hacia su destino final deben ser del tamaño adecuado, considerando el área impermeable, como veredas, techos y calles.
A medida que las ciudades crecen, esa área impermeable se hace más grande y el agua corre muy rápidamente, por lo que el dimensionamiento hidráulico para conducirla tiene que crecer a la par. “Si vos interponés en el flujo rain gardens o cisternas de acumulación de agua o cualquier otro sistema que retenga el agua en origen, los sistemas de conducción hidráulica no necesariamente tienen que aumentar su tamaño, porque al retener estás aumentando el tiempo de respuesta y eso mejora muchísimo el manejo hidráulico de un sector”, afirmó el biólogo.
El agua como símbolo de salud
La paisajista Amalia Robredo, autora de maravillosas creaciones en diferentes lugares del mundo, señaló que, en materia de manejo de aguas pluviales, tradicionalmente se buscaba nivelar el terreno para que el agua saliera rápido hacia la calle. Sin embargo, apuntó que hay que entender que la boca de tormenta es la puerta de entrada de los espejos de agua naturales. “Hoy en día ya no se habla de rain gardens, sino de Sistemas Urbanos de Drenaje Sostenible (SUDS), donde los canteros de agua de lluvia son sólo un eslabón. Son puntos donde se junta el agua de corriente superficial. El objetivo de los mismos es evitar que el agua de lluvia se escurra directamente hacia las bocas de tormenta de las calles o a los espejos de agua como ríos, lagos o lagunas”, explicó.
Este tipo de soluciones surgen como respuesta a las inundaciones de las ciudades, ya que luego de analizar por qué sucedían, se logró entender que al impermeabilizar las superficies y quitar la vegetación que hacía su trabajo se estaba modificando el recorrido y ciclo natural del agua de lluvia.
“Los canteros de agua de lluvia vienen a ser lo que yo llamo ´prótesis de humedal´, donde acumulo el agua que cae en mi terreno y la llevo hasta una depresión en la que pueda estar acumulada para infiltrarse lentamente en el terreno y evaporarse a través de las plantas y la evaporación regular. Las plantas que toleran estar bajo el agua un par de días y luego estar secas, son las que, precisamente, viven en los humedales. Es lo que hoy llamamos soluciones basadas en la naturaleza”, señaló la paisajista.
Las alternativas de drenaje sostenible pueden aplicarse tanto en jardines hogareños como en complejos de edificios, barrios o urbanizaciones, que comienzan a mirar con mucha atención estas alternativas. Amalia Robredo trabaja activamente en esta línea y en Montevideo, Uruguay, el proyecto RIBA, en el que estuvo a cargo del diseño paisajístico, tiene una opuesta innovadora: “el recorrido del agua empieza a ser tratado desde el techo de algunos edificios, luego atraviesa praderas en las pendientes, que disminuyen la velocidad del agua de escorrentía y sus poderosas y profundas raíces favorecen la infiltración de la misma. Finalmente llegan al borde del lago plantado con una ancha banda de plantas de humedal que generarán la última barrera de limpieza, infiltración y evapotranspiración, asegurándose que el agua de lluvia de las dos hectáreas del predio llega en pequeña proporción, fría y limpia”, explica Amalia.
Son muchas y muy diversas las ciudades del mundo que, desde sus municipios impulsan este tipo de proyectos. En Inglaterra, por ejemplo, la ciudad de Sheffield ha adoptado la estrategia “grey to green” -de gris a verde-, que incluye sistemas de drenaje sostenible y modifica completamente el paisaje. “Hoy el mundo se mueve en sintonía con esta lógica, se están rearmando humedales y las construcciones duras están cediendo a espacios que incluyan el agua. Se busca que el agua esté presente como un símbolo de salud”, señaló Gabriel Burgueño, licenciado en planificación y diseño del paisaje, docente e investigador. Para él, la clave está en pensar formas que integren la naturaleza y permitan repensar los modos de conexión con el agua contemplando todo el panorama a nivel global.
“Se trata de pensar el territorio, no solamente con la concepción heredada de la ingeniería de que el agua tiene que correr e irse rápido. El agua se puede retener, recuperar, reutilizar”, sostuvo Burgueño, quien invita a repensar y perforar la ciudad con árboles, canteros y otras formas naturales, entre las cuales los jardines de lluvia, con su lógica acuática son una de las caras visibles, además de los techos verdes. En esta línea de pensamiento, son las intervenciones que realizó junto a la arquitecta Mariana Giusti y el arquitecto Gabriel La Valle en el barrio 20, Papa Francisco, en Villa Lugano, donde se crearon, entre otras cosas, jardines de lluvia, árboles y canteros con arbolado, que mejoran la calidad de vida y el ambiente.
Burgueño explicó que las plantas de los jardines de lluvia son en general de fácil de desarrollo, y tienen que poder soportar la inundación de sus raíces durante un tiempo, además de tolerar tiempos de sequía. Calas, achiras, totoras o rosas del río son algunas de las especies que pueden integrar estos jardines. Así, además de cumplir una función vital importante, los jardines de lluvia son también una oportunidad para diversificar el paisaje con plantas florales que den color y armonía, atrayendo especies de mariposas o pájaros y creando un ecosistema que estimule los cinco sentidos.
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