domingo, 12 enero, 2025
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Las cartas de Albert Einstein: un romántico, un militante de su cabello despeinado y un poco dramático

El pasado miércoles 11 de diciembre las cartas de amor de Albert Einstein a Mileva Maric fueron adjudicadas por 500.000 euros en la casa de subastas londinense Christie’s. En esa correspondencia y en el resto de sus misivas, el genio de la física nacido en Ulm revelaba su costado más enamoradizo, galán y también testarudo.

En 1933, Einstein se va de Alemania nazi a Estados Unidos y lo hace con su esposa -y prima segunda- Elsa Löwenthal. Durante la relación, ella se atrevió a pedirle al científico que se acomodara la cabellera y, para colmo, le regaló un cepillo. Ante esto, sin medias tintas, Einstein replicó: “Si te parezco desagradable, entonces busca a un amigo más apetecible al gusto femenino. Pero yo conservaré mi indolencia«.

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Sin embargo, ese detalle desaliñado no le resultaba un impedimento para seducir, ya que durante sus conferencias, solía vivir numerosas aventuras amorosas. Según su biógrafo, Armin Hermann, además de su matrimonio con Elsa, tuvo una amante.

«Las mayores tensiones en el matrimonio fueron desencadenadas por los líos amorosos de Einstein«, detallaba Hermann en el prólogo de Einstein: En privado. «Einstein se sentía fuertemente atraído por todo lo femenino», sostenía.

Un rockstar de la ciencia

Einstein (1879 – 1955) logró una notoriedad sin precedentes antes de cumplir 30 años, incluso en 1921 obtuvo el Premio Nobel de Física. Esas cualidades de genio también fueron características de seducción.

Las cartas que se subastaron estaban dirigidas a su primera esposa, Mileva Maric, entre 1897 y 1903. Ellas forman parte de la obra Collected Papers of Albert Einstein, publicada en 1987 por Princeton University Press, en Estados Unidos. Jürgen Renn trabajó en ese volumen como coeditor entre 1986 y 1992 y en una entrevista con DW recordó que era “un material sensacional”.

No solo contenía expresiones de amor, sino también material científico de la fase más creativa de Einstein, sobre el que intercambió con su novia y más tarde esposa», aseguró.

Einstein y Mileva Maric (1875-1948), una joven serbia, se conocieron en 1896 en el Politécnico de Zúrich. Él tenía 17 años y ella 20, por lo que su vínculo también incluía conversaciones sobre su materia de estudio. Ella terminó el curso de acceso universitario en Suiza, país donde también estudió Física y fue la única mujer de su clase y la primera serbia de la historia en conseguirlo.

En una de esas correspondencias de amor, alrededor de 1901, el científico le escribía: «Te amo, mi querida doncella… ¡Qué hermoso fue la última vez que pude estrechar tu querida personita como la creó la naturaleza, por eso recibe un beso sincero!”

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“Sé que de todas las personas eres tú quien me ama más profundamente y quien mejor me comprende. ¡Qué feliz y orgulloso estaré cuando los dos juntos hayamos llevado nuestro trabajo sobre el movimiento relativo a una conclusión victoriosa!”, le confesaba el científico a su amor.

Fueron seis años de intercambio epistolar. En 1901 tuvieron una hija cuyo destino se desconoce, se casaron en 1903 y tuvieron dos hijos más, pero se separaron en 1919. En esos años turbulentos, Einstein fue tajante: «Renuncias a toda relación personal conmigo, no tienes que esperar ninguna ternura de mi parte ni hacer ninguna acusación contra mí». Sin embargo, en el acuerdo de divorcio, le concedió el dinero del Premio Nobel, que él todavía no había recibido.

El amor de la juventud

En las cartas a su primera novia se lee ese amor de vida o muerte que cualquiera siente en ese despertar de la pasión. “Cuando leí tu carta, fue como si estuviera viendo cómo cavaban mi tumba”, le escribía a Marie Winteler. “La poquita felicidad que me quedaba está destruida, lo único que queda es una desolada y obligada vida”, agregaba con una importante carga de melodrama.

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Winteler era su antigua novia de la infancia, hija de la familia de acogida con la que Einstein vivió durante un año cuando era adolescente. «Qué infinita felicidad es el sentimiento: somos una sola alma», «El amor nos hace grandes y ricos, y ningún Dios puede arrebatárnoslo», eran algunos de los pasajes de aquella correspondencia.

En las cartas se puede tener una mirada amplia de los grandes personajes de la historia. En ellas aparecen sus vulnerabilidades, los procesos para alcanzar sus metas y su humanidad. Por eso, aunque ya casi no existe la correspondencia, son tesoros invaluables.

RB/ff

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