lunes, 23 diciembre, 2024
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La bayadera, una excelente puesta para cerrar la temporada del Ballet del Colón

El Ballet del Colón cierra su temporada con un título muy celebrado del repertorio académico: La bayadera, creada por el omnipresente Marius Petipa y estrenada en San Petersburgo en 1877. La obra fue objeto de revisiones, agregados y supresiones a lo largo del siglo XX, pero tres de estas versiones resultaron ser las más reproducidas: la de Vajtang Chabukian (1941 con el Ballet Kirov); la de Natalia Makarova (1980, para el American Ballet Theatre), que el Teatro Colón incorporó en 1992; y la de Rudolf Nureyev (1992, para el Ballet de la Ópera de París).

Aunque estaba prevista para este fin de temporada la versión de Nureyev, por determinadas circunstancias no pudo realizarse y quedó entonces en manos del actual director del Ballet, Mario Galizzi, su reposición.

Galizzi cierra así también su ciclo de dos años como director de la compañía oficial, de la que ahora se ha hecho cargo Julio Bocca.

Antes que nada hay que decir que La bayadera tuvo un éxito colosal desde su estreno mismo y ciertamente Petipa era ya, largamente, la figura más poderosa de los Ballets Imperiales en su doble condición de director y de “Maitre de ballet”, nombre que equivalía al de coreógrafo. Llevaba tres décadas instalado en Rusia y había asimilado muchas de las características de la llamada “alma eslava”. Kudhekov, su colaborador y amigo, había escrito en su Historia de la danza: “Petipa era francés por nacimiento y ruso de corazón, de la cabeza a los pies”.

Porque, al menos en lo que concierne al ballet, Marius Petipa tenía una gran inclinación por los espectáculos fastuosos, por las grandes puestas en escena y los divertimentos. Estos últimos denominan pasajes de la obra no necesariamente conectados con la trama, pero que brillan por lo imaginativo de sus combinaciones de pasos y por el virtuosismo de los bailarines.

Petipa era un verdadero maestro en crear infinidad de divertimentos diferentes y La bayadera, a pesar de la dramática historia que cuenta, no está menos colmada de ellos.

Ayelén Sánchez, como Gamzatti, tiene un lucido papel en «La bayadera», en el Teatro Colón. Foto: Lucía Rivero

Una historia de amor y de traición

Sintéticamente la trama es la siguiente: el guerrero Solor, de origen noble, se enamora de Nikiya, una bailarina sagrada, que pertenece a una condición social inferior. Pero a la vez Solor es en cierta forma obligado a comprometerse con Gamzatti, hija de un poderoso rajah.

Nikiya sabe de esta traición y enfrenta a Gamzatti; la venganza de la hija del rajah consistirá en que una de sus servidoras ofrezca una canasta de flores a Nikiya en la que escondió una serpiente venenosa, causa de la muerte de la bailarina.

El arrepentido Solor la reencuentra, bajo la influencia del opio, en el Reino de las Sombras.

Si existe una gran similitud argumental entre La bayadera y Giselle -esa joya imperecedera del período del ballet romántico francés- no es una casualidad: Marius Petipa había crecido en el ambiente del ballet romántico gracias a su padre -maestro de ballet- así como también su hermano Lucien, primer intérprete de Giselle nada menos.

Así que las jerarquías sociales, los juramentos de amor traicionados, la muerte y el arrepentimiento son ejes dramáticos que estas obras comparten.

Federico Fernández, en pleno vuelo como Solor, uno de los roles protagónicos de «La bayadera». Foto: Lucía Rivero

Hay que agregar que Lucien Petipa había estrenado en 1858 en París su ballet Sakuntala, basado en un drama del poeta clásico de la India Kalidasa. Este drama fue también la fuente de La bayadera.

Pero sin duda La bayadera sumó en su momento una espectacularidad que, bien podemos suponer, no existía en el ballet romántico: reproducción de templos en gran escala, palacios fastuosos y elementos escenográficos imponentes.

El Solor de 1877, por ejemplo, entraba al palacio del rajah montado en un inmenso elefante artificial. Y en el último acto, que luego fue suprimido excepto en la versión de Natalia Makarova, todo el palacio se derrumbaba sobre los invitados, Solor, Gamzatti , el Gran Brahmán y el rajah como una venganza de los dioses por la traición de Solor.

Todo el exotismo de La bayadera, exotismo tan apreciado por el público de San Peterbursgo, se despliega a lo largo de la obra sin temor, por parte de Petipa, de incluir muchos elementos del ballet clásico -tutús incluidos- que parecen incongruentes con el ambiente de esa India milenaria. No importa. Petipa estaba más allá de la fidelidad o del rigor históricos y así tenemos que aceptarlo.

Imponente escenario, para la versión de «La bayadera», que se verá en el Teatro Colón hasta el 29 de diciembre Foto: Arnaldo Colombaroli

Sobre todo si consideramos que La bayadera incluye una de las gemas del ballet de todos los tiempos: el “Acto de las sombras”, que comienza con treinta y seis bailarinas descendiendo una después de la otra por una rampa que parece venir del más allá y que reproducen una misma y breve secuencia de pasos. El efecto acumulativo de estas entradas sucesivas tiene algo de hipnótico y también una sorprendente modernidad.

La versión actual

Mario Galizzi hizo un gran trabajo en esta compleja reposición para la que se basó en la versión de Chabukian. Sus cambios de atmósfera, su alternancia entre las escenas más brillantes y las más oscuras y dramáticas están muy bien resueltos. Los protagonistas y en general las primeras figuras tuvieron actuaciones destacadas, empezando por Camila Bocca, excelente en su interpretación de Nikiya.

Federico Fernández hizo un Solor principesco, como corresponde, pero quizás no tan comunicativo en su dolor. Ayelén Sánchez fue una muy convincente Gamzatti y también Nahuel Prozzi como el Gran Brahman.

Y más en general, es de un gran valor la gran producción que un espectáculo como este involucra y que siempre es un acontecimiento para festejar.

Ficha

La bayadera

Calificación: Excelente

Coreografía: Mario Galizzi, sobre la original de Marius Petipa Música: Ludwig Minkus Intérpretes: Ballet del Teatro Colón Dirección: Mario Galizzi Teatro: Colón, funciones hasta el 29 de diciembre

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