Como escribió el poeta Antonio Machado, Natalia Oreiro hace más de 25 años que “Hace camino al andar”. “Es un momento especial el que estoy viviendo. Con varios proyectos de drama y de comedia en una época tan difícil del sector, me hace sentir una privilegiada”, asevera en charla con Clarín, a días del estreno de Un campamento con mamá, una comedia que se verá por la plataforma de Netflix a partir del 6 de diciembre, y cuenta con las actuaciones de Milo Lis, Pablo Rago, Dalia Gutmann, Sofía Morandi y Sebastián Arzeno, entre otros.
Pero además, para el 2025 espera el estreno de dos producciones fuertes: La jefa… aunque no quiera, donde hará de una docente de literatura que se convierte en una capa de la mafia, y La mujer de la fila, de Benjamín Ávila, que es la historia de una madre que acompaña a su hijo que termina en prisión. “Soy dichosa de poder seguir contando historias de lo que nos pasa como sociedad, y quizá sea una forma de cerrar heridas”, completa.
Milo Lis está a su lado escuchándola atentamente. El adolescente tuvo un debut soñado en Netflix hace unos meses tras su participación en Goyo y hoy tiene la oportunidad de un co-protagónico que no piensa desaprovechar. “Para mí es como llegar a Primera”, bromea.
La mamá actriz
Con respecto a esta comedia protagonizada por Natalia Oreiro y dirigida por Martino Zaidelis, Patri Peiró (Oreiro) es una madre controladora que intenta ser “canchera”. Aunque sin suerte, trata conectar con su hijo Ramiro (Lis) de 13 años, quien está decidido a irse a vivir con su papá.
Cuando una dificultad inesperada amenaza el campamento de egresados de “Rami”, Patri ve ahí una oportunidad de “ponerse la Diez” y ser parte del viaje desde otro lugar. Así, ella tendrá lo que dure esa aventura para demostrarle a su hijo que puede sanar la relación y quedarse con ella.
Natalia Oreiro y las dos caras del mismo amor
Estamos en 1998. En vísperas de las vacaciones de invierno, los cines argentinos estrenan Un argentino en Nueva York. En ella, el personaje de Guillermo Francella viaja de urgencia a los Estados Unidos ante el peligro que su hija de 16 años, Verónica (Oreiro), se quede a vivir allí. En ese punto, la historia se centra en los vínculos fraternales y en cómo los padres aprenden a rescontrarse con sus hijos entre el pedido de libertad y los miedos de crecer (y ver crecer).
El mundo dio muchas vueltas en más de 25 años. Oreiro se transformó en una esas artistas que entraron tanto al corazón de los argentinos que, al verla crecer, vemos, en su reflejo, nuestra propia historia y nuestro propio crecimiento.
Ahora es ella la madre que trata de romper esa barrera generacional, y con esa excusa, entra en el espacio de su hijo en búsqueda de reencontrarlo. “Ella va con una idea de transformarse en la madre más canchera y se da la cabeza contra el pico de Tandil. Porque se mete en su espacio. Hay que estar, pero hay que soltar y es lo más difícil para los padres”, adelanta Natalia Oreiro, al comienzo de la entrevista.
Sobre el paralelo de aquella Verónica y esta Mamá Patricia, comenta: “Aquella película era un poco a la inversa. Mi personaje tenía 16 años, se iba de un viaje de estudios y no volvía más porque quería cumplir su sueño. Su papá la iba a buscar, él se creía el más canchero del mundo y ella lo detestaba. Es increíble como 25 años después eso se dio vuelta y me toca este rol”.
-¿Te vamos a ver en un personaje en el que no estamos tan acostumbrados, Natalia?
-Totalmente. Es un lugar donde los espectadores no me vieron mucho, que es el de madre de un adolescente, pero al mismo tiempo hay giros y colores de comedia que yo sé que nos lleva a un lugar conocido, porque me incluyo, a los que transitamos esta etapa. La verdad es que es una película que me lleva a un lugar muy luminoso en el que me siento muy cómoda.
-Esta película habla de una de las relaciones más complejas que existen, que es la de los padres y los hijos.
-Creo que el hecho de ser madres/padres es un enorme ejercicio de autoaceptación de errores y de vulnerabilidades. Y uno todo el tiempo intenta, al menos en mi caso, reconocer mandatos familiares, que estás ejerciendo sobre lo que más querés en el mundo. Y darte cuenta a tiempo para decir “esto no es lo que mi hijo necesita”, o “esto no lo estoy haciendo por elección, sino por repetición”. Y creo que esta película habla de eso.
Habla de que todos los padres queremos lo mejor para nuestros hijos, pero que la verdad está en el vínculo y en cómo se va construyendo. Obviamente, todos queremos ser amigos de ellos y que nos cuenten todo, pero ellos eligen sus amigos y Natalia (Quiso decir Patri, el nombre del personaje) cree que también eligen a los padres. Como que ellos eligen dónde nacer, con todo lo malo que tenemos.
Pero somos los adultos los que tenemos que darnos cuenta de que tenemos que darles aire y tiempo de calidad, más que cantidad de cosas o de información. Porque todo lo que vos digas con la palabra, después si no lo llevás en la práctica es una frustración para ambos.
-Recién quisiste decir Patri y dijiste “Natalia”. Pensaba que tu hijo Atahualpa tiene la misma edad que Rami en la película, y que debe ser muy especial para una actriz cuando la realidad y la ficción se encuentran tan cerca.
-Absolutamente. De hecho, mi hijo acaba de venir de Tandil de su propio campamento… Y me acompañó en toda la filmación, y siempre le preguntaba: “¿Yo soy así?”, y él me decía “Un poquito menos, Ma”. Y ese “poquito menos”, yo lo agarro como una gran soga.
De igual modo, en mi caso es una lucha constante. ¿A quién no le gustaría saber todo el tiempo qué hacen sus hijos y cuidarlos, ser una especie de mosca de vigilancia? Pero no me corresponde estar. No me corresponde invadir su espacio. Entender eso y pedirle perdón cuando me equivoco y aceparlo, y soltar, es lo más complicado. Vos pensá que yo le di 3 años la teta a mi hijo y ahora tiene 12 años. Por eso te digo que hay muchísimo de Patri en todas las madres que vamos a ver esta película. Es inevitable.
Incluso, mi historia. Me recuerdo a mí viniendo a la Argentina de muy chica, y pienso que mis papás también deberían tener miedos y dudas, pero entendían a pesar de todo que yo debía hacer mi camino. Y yo lo viví con una libertad total, pero para ellos fue un abismo. Me veían muy segura de mi profesión, aun siendo “el bicho raro del liceo”, y se guardaron sus dudas y me dejaron volar.
-Hoy hablabas de “mandatos” y de formas que “uno repite más que lo que las piensa”. ¿Somos un poco una generación bisagra de padres que luchan con formas que ya quedaron antiguas en el trato de nuestros hijos?
-Es verdad, y nos cuesta un montón, porque estamos en ese cambio. Pero creo que poder verlo y detenerse y pedir disculpas ya es un montón. Nuestros padres no pedían disculpas. Viene desde nuestros abuelos, que eran muy estructurados. Las cosas se hacían de una determinada manera, o nada.
Ellos hicieron lo que mejor pudieron con lo que había en ese momento, pero nosotros tratamos de manejarlo de otra manera, de no ocupar los espacios que no nos corresponden. Es todo un desafío, y en eso estamos.
-En tu caso, Milo, la historia cuenta también una necesidad de rebeldía joven que probablemente estés descubriendo vos como persona. ¿Cómo se construye un personaje que está pasando una etapa que todavía no terminaste de vivir?
-El personaje lo armé mucho con nuestra coach, María. En mi caso, la verdad que no tengo esos problemas con mamá. Si ella se pone a bailar, yo seguro me ponga a bailar con ella. Pero tengo amigos que por ahí lo ven más parecido a Rami. Recuerdo que una vez estaba en lo de un amigo, viene la mamá y nos dice “Chicos, ¿quieren comer esto o lo otro?”, y mi amigo le dice “Mamá, andate”. Y yo lo mirada como diciendo “tranquilo, que está ofreciendo comida” (risas).
Pero medio que lo fui armando también con cosas que por ahí no son mías, pero que conozco y me imagino. También porque yo por ahí te digo que no me da vergüenza, pero si quiero estar un rato con mis amigos y quiero estar en un campamento, y viene mi mamá a hacer todo lo que hace Patri, no me va a gustar.
-Milo, en alguna entrevista dijiste que tu sueño era “llegar a Netflix”, y no sólo lo hiciste, sino que con dos ficciones que dicen mucho, como “Goyo” y “Un campamento con mamá”.
-Sí. Respecto a lo que dijiste de mi meta para llegar a Netflix, cuando hacía películas o cosas así, todo el tiempo jodía con mi mamá “imagínate, tipo en una película en Netflix, y aparecer, aunque sea 5 segundos”. Yo lo sentía como llegar a Primera.
-Natalia, sin spoilear demasiado, la película tiene un guiño al cine nacional, algo tan necesario en este tiempo tan complicado de la industria.
-Es un poco también lo que sucede con Netflix, con todas las producciones nacionales que están haciendo. Yo creo es muy importante conservar nuestro cine. A mí me gusta ver películas asiáticas, europeas, de los Estados Unidos, pero no dejo de desear para mí y para las generaciones más jóvenes lo que se hace acá.
Valorar nuestra ficción es conocer nuestra cultura, nuestra idiosincrasia y escucharnos con nuestros problemas y nuestras alegrías. Me parece que es muy importante conservar eso en un mundo tan globalizado. Sentimos todos igual, pero no nos pasan las mismas cosas, no nos identificamos con las mismas cosas. Y eso me parece que no lo podemos perder como país.
-Anti spoiler dos: Algo que se regalan los dos protagonistas es la confianza en el otro. Regalarle a los hijos la libertad para hacer su camino es un gran acto de amor.
Natalia: Es un poco lo que nos pasa a los padres en un momento. Hay que aprender a confiar en todo lo que le diste a tu hijo y dejar que tomen sus decisiones. Confiar en todo lo que él trae.
Él ya es su energía y hay que confiar en eso. En todo eso que vos desde el amor le diste para construir el ser que es. Vos y su padre, sus abuelos, sus compañeros de escuela y sus maestros; porque nuestros hijos no son nuestra creación. Son ellos mismos, son seres independientes, y eso para las madres sobre todo es lo más es lo más difícil de aceptar.
Milo: De hecho, Rami le pide en un momento que “confíe en él”. Se lo pide como un favor muy de adentro. Que le regale esa confianza, que él sabe que es capaz de hacerlo. No sabe cómo, pero sabe que lo va a lograr y es un momento que los dos necesitaban.
-Pienso que Milo tiene una edad parecida a la que tenía Natalia cuando empezó a trabajar. ¿Pudieron hablar de eso?
-Milo es un chico que entiende todo. Que además de ser muy talentoso está muy enfocado y habla siempre de la actuación. Su mamá hace un trabajo bárbaro en poder equilibrar su carrera y su vida personal.
Yo arranqué a esa edad, pero en un mundo muy distinto. Sin redes sociales y otro nivel de exposición. Mi pequeño mundo era el Liceo y era fuerte la mirada del otro. El gran daño que yo siento que pueden causar en las generaciones jóvenes, el tema de las redes, es esa exposición en la que la mirada del otro no siempre es empática o contemplativa o amable. Y crecer con toda esa exposición, te dediques o no te dediques a los medios de comunicación, creo que hoy es el gran desafío.
POS