Invap es una empresa de ciencia y tecnología que desde hace más de cuatro décadas fabrica satélites, radares, reactores y equipos de radioterapia para tratamientos de cáncer. Ubicada en Río Negro, posee más de 1700 trabajadores calificados y constituye quizás el mejor ejemplo de lo que sucede cuando el Estado se apoya en la producción de conocimientos para aportar valor. La novedad es que dejó de ser una empresa estatal para ser una sociedad anónima y, al facilitar el ingreso de nuevos capitales nacionales e internacionales, podría privatizarse. Desde la propia compañía lo desmienten y aseguran que las acciones continuarán en el sector público. No obstante, ante lo que pueda suceder, legisladores peronistas y aliados buscan el tratamiento de una ley para declarar Invap de interés público provincial y así “protegerla de cualquier intento de privatización”. El 20 de noviembre habrá una nueva asamblea en la que se podrán conocer novedades.
Desde Invap aseguran que el cambio fue para adaptarse a lo dispuesto en el mega DNU 70/2023, que elimina la figura “sociedades del Estado”. Lo que esta transformación posibilita es el ingreso de nuevos inversores internacionales a formar parte. Con esta idea como telón de fondo, desde la empresa ya trabajan en un entramado normativo capaz de resguardar su autonomía.
“Entiendo que el cambio de sociedad del Estado a sociedad anónima no fue algo requerido desde Invap ni por el gobierno de Río Negro, sino una adecuación al decreto 70. Se esperaba que ese DNU se derogara antes de tener que hacer el cambio de estatus jurídico de la institución. Hasta ahora, sin embargo, la participación accionaria sigue siendo 100 por ciento de la provincia, y desconozco cómo se involucrará a capitales de otros lugares”, detalla Adriana Serquis, que de manera reciente fue presidenta de la Comisión Nacional de Energía Atómica y miembro del directorio de Invap. Y continúa: “Por otro lado, la provincia tiene otras empresas del Estado y todas están haciendo esta transformación”.
Diego Hurtado es el exsecretario de Planeamiento y Políticas del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación, quien ocupó un cargo directivo en Invap. Desde su experiencia relata a Página 12: “Siendo una empresa del Estado es un producto puro de la inversión pública y de las capacidades científico-tecnológicas-empresariales generadas desde el ámbito público. Invap se autofinancia, genera empleo calificado y da trabajo a pymes del sector privado. Es absolutamente virtuosa por donde se la mire, entonces, la primera pregunta que surge es: ¿por qué hay que cambiar su estatuto, su figura legal, privatizarla parcial o totalmente, si funciona de manera perfecta? Aquí es donde se ve el contenido ideológico de las medidas del gobierno. Esta gestión odia al Estado, sin poder fundamentar por qué o para qué”. Luego, Hurtado apela a una metáfora futbolera: “Como en el fútbol, equipo que gana no se toca. Entonces, ¿por qué modificarlo? ¿Querés que pierda?”.
Desde hace años, Invap fabrica tecnología de punta en energía nuclear, a partir de la construcción de reactores (desde el RA-6 de 1982, al Opal vendido a Australia en 2006) y en el rubro espacial (desde drones a satélites de observación y de telecomunicaciones como los Arsat). También destaca a partir de productos en el campo de la seguridad a partir del diseño y la entrega de más de 100 radares de vigilancia, y control aéreo y terrestre de uso militar. Además genera productos de uso médico como radioisótopos para uso medicinal y radioterapia, destinados a tratamientos oncológicos.
En este contexto de aportes variopintos, Hurtado insiste: “Si esta gente rompiera Invap, debería terminar presa por un mal desempeño de las funciones. Es de los ciudadanos y ciudadanas, entonces: ¿con qué derecho este gobierno regalaría a un precio vil una empresa que además demostró un funcionamiento muy efectivo?”.
El orgullo argentino: ¡afuera!
Ante la consulta de este diario, Serquis proyecta lo que significaría si Invap iniciara un recorrido de desguace a manos del propio gobierno. “Sin Invap, Argentina perdería el orgullo. Me refiero al orgullo de poder hacer desarrollos propios, su soberanía y la chance de tener ingresos de divisas. La empresa ha conseguido ganar licitaciones internacionales en Australia y en Países Bajos. Para Bariloche es un actor económico de impacto fundamental, así como un espacio de captación de egresados del Balseiro y demás universidades”.
Desde aquí, lo que también podría resignarse –gracias a la adecuación a la que obliga el decreto– es la articulación que existía entre diferentes actores que trabajaban de manera aceitada desde hace mucho tiempo. “Lo que claramente no ayuda es que previamente a ser empresa del Estado habilitaba a asociaciones directas con la Comisión Nacional de Energía Atómica o la Comisión Nacional de Actividades Espaciales; contratos exclusivos que facilitaban las cosas desde un punto de vista burocrático. Ahora no sé cómo quedará esa ventaja antes adquirida”, dice Serquis. Y sostiene: “Hay temor, somos muchas las personas preocupadas por la situación, porque Invap ha sido un motor impulsor, un ejemplo exitoso de empresa de base tecnológica que surge de la articulación de los organismos de ciencia y tecnología”.
Para Hurtado, de fondo resuena el eco de gestiones anteriores. Modelos de país que se encuentran subyacentes y que retornan una y otra vez con maquillajes distintos, aunque con la misma estirpe. Para conseguir un Estado reducido a su mínima expresión, la receta es muy sencilla: vaciar y privatizar todo cuanto se pueda. “El gobierno de Milei no trae novedades, sino que repite tácticas que ya fueron aplicadas durante los 90. Y cuando miramos para atrás, durante esa década no hay ningún ejemplo de una privatización que haya mejorado la eficiencia, los servicios, las tarifas, nada. En el caso de Invap estamos hablando de una empresa que produce satélites, radares y reactores nucleares multipropósito”. Agrega después: “Los gobiernos neoliberales no quieren entender la importancia de generar procesos con capacidades autónomas, empresariales, para que Argentina pueda escalar y dar un salto con productos con valor agregado”.
El mundo del conocimiento no depende del clima, como el campo y los recursos de la naturaleza. No hace falta rezar a ningún dios, como sí sucede cuando los productores necesitan que las condiciones de sequía se reviertan y mejoren los cultivos. Hurtado lo sintetiza así: “Invap fabrica satélites, aunque llueva. Permite a nuestra economía no depender directamente de lo que suceda en el campo. Los países ricos siguen este rumbo, pero los gobiernos neoliberales no comprenden el rol del conocimiento en la economía”.
Balances e historia
Aunque este gobierno suele justificar la falta de eficacia como un pretexto para ajustar las distintas áreas del Estado, Invap no solo no es deficitaria, sino que, según su último estado financiero del 1 de julio de 2023 al 30 de junio de 2024, sus ventas consolidadas alcanzaron los 235.930 millones de pesos y su Patrimonio Neto Consolidado fue de 100.737 millones de pesos. Para alcanzar estas cifras, la Provincia no pone dinero en la empresa, sino que se sostiene a partir de sus negocios y los contratos que logra a partir de la venta de sus productos de calidad, una marca registrada cuyos orígenes se remontan a medio siglo atrás.
Invap nació del Programa de Investigaciones Aplicadas (PIA). A comienzos de los 70, el físico Conrado Varotto viajó a California y volvió inspirado en el surgimiento incipiente de Silicon Valley. Como resultado, en 1976, se concretó Invap como empresa del Estado. Lo que a priori parecería una contradicción, en la medida en que el gobierno militar impulsaba un modelo de financiaraización de la economía y no apostaba a la ciencia, en verdad se explica por una coincidencia. Tanto el presidente de la Comisión Nacional de Energía Atómica (Carlos Castro Madero), como el gobernador interventor de Río Negro (Aldo Luis Bachmann), pertenecían a la Marina. Dicha coincidencia facilitó la posibilidad de generar una sociedad estatal, con un núcleo original de recursos humanos formado por egresados del Instituto Balseiro.
Hurtado narra: “Esto fue fundamental porque había un ecosistema funcionando. Me refiero al Centro Atómico Bariloche, al Instituto Balseiro y en ese momento surgía Invap. El primer hito importante se vinculó con un proyecto secreto: el enriquecimiento de uranio”. Luego, siguió la creación del RA-6, el reactor de investigación para el Balseiro y otras tecnologías de envergadura exportadas a naciones como Argelia y Egipto.
En los 90, la historia podrá adivinarse: aunque el impulso de Invap había generado la creación de nuevas empresas, estas desaparecieron con la crisis de 2001. De nuevo, un modelo de país que no acompañaba ni estimulaba el desarrollo científico-tecnológico. Luego, con el kirchnerismo la situación se estabilizó y permitió que se revitalizara a partir de la fabricación de satélites de observación (Saocom) y de telecomunicaciones (Arsat), así como un impulso al diseño de radares. Así, en 2006, pese a ser una empresa pequeña, lideró el mercado de reactores multipropósito. En el presente lleva 48 años de trabajo ininterrumpido y tiene más de 1700 empleados, de los cuales el 80 por ciento posee un alto nivel de calificación profesional.
Quebrar el modelo virtuoso de ciencia, tecnología e impacto social que halló en Invap al motor indispensable, sería un acto irreparable por los próximos gobiernos. Como reza la metáfora: es mucho más fácil destruir que construir. Más, si se consideran los ritmos del conocimiento y su dependencia de la voluntad política.
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