sábado, 21 septiembre, 2024
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Competencia de monedas: riesgos y beneficios de los modelos de Uruguay y Perú que busca aplicar la Argentina

El plan económico del Gobierno ingresó en una nueva fase y el FMI comparó el proyecto oficial con otros anteriormente implementados. Cuáles son sus características.

Julia D'Arrisso

Javier Milei no fue el creador de la definición

Competencia de monedas: los riesgos y beneficios de los modelos de Uruguay y Perú que busca aplicar la Argentina. (Foto: AFP)

En los últimos días, el plan económico del Gobierno ingresó oficialmente en una nueva fase -la segunda, según la hoja de ruta oficial-, que se focalizó en la política monetaria y tiene previsto desembocar en última instancia en un esquema de competencia de monedas. Este sistema, en realidad, ya funciona en otros países y el propio Fondo Monetario Internacional comparó el proyecto argentino con el de casos anteriormente implementados: el de Perú y el de Uruguay.

En el reporte en el que se aprobó la octava revisión del acuerdo con la Argentina, el FMI anticipó que el equipo económico estaba desarrollando los fundamentos clave para avanzar hacia una competencia de monedas y dijo que “dentro del régimen podría que se asemeje al sistema de flotación administrada que prevalece hoy en Perú y Uruguay”.

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Entre la década de los 60 e inicios de los 90, Uruguay tenía una situación económica similar a la de la Argentina, con déficit fiscal, emisión monetaria y altas tasas de inflación. “A inicios de los ‘90, Uruguay comenzó a implementar un plan de estabilización orientado a reducir la inflación, que se basó en el uso del tipo de cambio como ancla de los precios. El Banco Central preanunciaba ‘bandas cambiarias’ mediante las cuales debía moverse el tipo de cambio”, explicó Nicolás Cichevski, economista y gerente en CPA Ferrere en diálogo con TN.

Si bien el esquema de tipo de cambio de “bandas cambiarias” fue útil para evitar el impacto inflacionario de los movimientos del dólar, también se volvió endeble para adaptarse a eventos inesperados o de shock. Por eso, y en un contexto en que el Banco Central perdía reservas para sostener la intervención en el tipo de cambio, ese régimen finalizó con la crisis del 2002.

Desde entonces, Uruguay aplicó un sistema de libre mercado y actualmente hay distintas monedas de curso legal en ese país. “El tipo de cambio es libre. Hay un solo precio y todos los días el Banco Central lo publica de forma abierta”, sumó el economista uruguayo Pablo Moya, de la Consultora Oikos.

“Se decidió que el tipo de cambio flota libremente en Uruguay, con un régimen monetario de metas de inflación, utilizando la tasa de interés como instrumento de política monetaria. Ocasionalmente, el Banco Central interviene y compra o vende dólares para limitar la volatilidad del tipo de cambio, aunque más recientemente ello no ha ocurrido (desde 2021 que el Banco Central no participa del mercado de cambios)”, describió Cichevski.

Competencia de monedas: los riesgos y beneficios de los modelos de Uruguay y Perú que busca aplicar la Argentina. (Foto AdobeStock)

Competencia de monedas: los riesgos y beneficios de los modelos de Uruguay y Perú que busca aplicar la Argentina. (Foto AdobeStock)

“Acá hay libertad para la compra venta de dólares y en general, suelen aceptarse ambas monedas como medio de pago (o incluso como moneda de contabilidad de las empresas). Naturalmente, el pago de impuestos y otros trámites (en particular los que involucran al Estado) se realiza en pesos uruguayos”, graficó el economista.

De todos modos, los especialistas advirtieron que el principal requerimiento para sostener los modelos cambiarios administrados es la acumulación de reservas en el Banco Central, que en Uruguay ronda el 25% del PBI. “Si no tenés los dólares suficientes, empieza a florecer el mercado negro. Ahí es donde se ‘sincera’ el valor y se generan distorsiones”, sumó Moya.

Para mantener ese esquema de forma estable, Uruguay dispuso que su política monetaria responda a metas de inflación establecidas por el Comité de Coordinación Macroeconómica y esté respaldada en tasas de interés. Por ejemplo, ahora la Tasa de Política Monetaria se mantiene en 8,5%, mientras que la inflación interanual es de 4,96% y apunta a llegar a 4,5%.

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El caso de Perú y la “flotación sucia”

Perú también viene de una historia de larga data en materia de política económica. En 1985, bajo el gobierno de Alan García, se implementó un modelo de mayor regulación estatal, con controles de precios, múltiples tipos de cambio y altos niveles de emisión monetaria, que llevó a la inflación anual al orden del 2800% hacia fines de la década.

Con la llegada de Alberto Fujimori, en los ‘90, se liberaron los precios y eso impactó de lleno en el poder de compra. También se avanzó en un programa de fuerte ajuste del gasto y se aprobó una reforma constitucional que le prohibió al Banco Central de Reserva del Perú (BCRP) prestarle dinero al fisco. Por el contrario, se impuso que la entidad solo pueda comprar bonos del Tesoro en un monto máximo equivalente al 5% de la base monetaria. La Constitución, además, habilitó hacer contratos en distintas monedas.

“Informalmente, los peruanos ya se estaban dolarizando. Entonces, se decidió ir por un sistema en el que se les permitiera mantener sus ahorros en dólares y se desarrolló un programa para estabilizar los soles de la economía porque se necesitaba ganar mucha credibilidad”, describió Marco Ortiz, profesor de la Universidad del Pacífico.

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“A medida que esta reforma se volvió creíble, la gente de manera natural comenzó a demandar de la moneda local. Hubo un repunte en la demanda de soles y los primeros años fueron volátiles. En el ‘97 recién tuvimos una inflación de un dígito”, comentó Ortiz.

Lo cierto es que para poder mantener este modelo de convivencia bimonetaria, el Banco Central adoptó un mecanismo de “flotación sucia”, que consiste en que el tipo de cambio mantiene fijo su precio, para lo cual el organismo tiende a comprar dólares cuando el tipo de cambio baja y a venderlos cuando sube.

“Lo que el Banco Central hace de manera muy cotidiana es intervenir en el mercado de cambios. Se considera que el tipo de cambio peruano es de flotación administrada o sucia. Las autoridades se comprometen de manera, digamos informal, a evitar grandes fluctuaciones cambiarias. Lo que sucede es que la economía está parcialmente dolarizada y hay muchas empresas y familias que están endeudadas en dólares cuando sus ingresos son en moneda local, con lo que una depreciación abrupta puede afectar su patrimonio y generar una recesión”, explicó Diego Winkelried, jefe del Departamento Académico de Finanzas de la Universidad del Pacífico.

El FMI anticipó que el equipo económico estaba desarrollando los fundamentos clave para avanzar hacia una competencia de monedas. (Foto: Reuters).

El FMI anticipó que el equipo económico estaba desarrollando los fundamentos clave para avanzar hacia una competencia de monedas. (Foto: Reuters).

La flotación sucia, en realidad, no sigue parámetros establecidos ni tiene montos máximos o mínimos, sino que el Banco Central la aplica en forma discrecional, ya que tiene el objetivo de reducir la volatilidad cambiaria. Básicamente, el organismo retira soles e inyecta dólares cuando el tipo de cambio sube. Pero, ¿por qué optó Perú por este sistema?

“Lo que pasa es que el sol peruano siempre compite con el dólar y el Banco Central lo sabe, entonces mantiene esa disciplina. Principalmente, porque si hay algún movimiento, los peruanos se van a ir al dólar y su accionar pierde potencia”, precisó Winkelried.

Nuevamente, los especialistas consideraron que para desarrollar un sistema de convivencia entre varias monedas en la economía se necesita de un fuerte respaldo de reservas para hacer frente a la demanda de dólares.

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“El Banco Central entendió que una economía bimonetaria tiene también sus complejidades porque el tipo de cambio se vuelve una variable muy importante. Permitimos en Perú que la gente ahorre en dólares y se necesitaba un sistema de protección que implicó, por ejemplo, hacer que el Banco Central pueda acumular reservas, que actualmente equivalen al 35% del PBI”, señaló Ortiz.

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