¿Nace un nuevo Javier Milei? ¿O en realidad esta versión moderada que viene mostrando en las últimas semanas es una suerte de camuflaje oportuno y adecuado a un momento en particular? Esas dos preguntas, y algunas más, quedaron sobrevolando en La Rural después del sobrio acto del Presidente, en el que prevaleció un tono medido, lejos de la euforia de tiempos no tan lejanos, y en el que sobresalió también una impronta que parece querer impregnarle a su gestión: la de la institucionalidad.
Excepto en el final de su exposición de 40 minutos, cuando apeló a su clásico grito de guerra «VLLC», Milei brindó uno de los discursos más mesurados que se recuerde desde que asumió la Presidencia. Visiblemente cómodo ante un auditorio que lo escuchó de manera atenta y respetuosa, el Presidente hizo un repaso del estado de situación del país que encontró hace ocho meses y que, asegura, con su equipo están haciendo repuntar lentamente. Hizo promesas, pero pidió tiempo y buscó ser cauteloso, sin hacer anuncios grandilocuentes.
Tal vez el mayor guiño a Milei se lo haya dado Nicolás Pino, el titular de la Sociedad Rural Argentina, quien en un discurso incluso un poco más largo que el del mandatario, en el que matizó agradecimientos con reclamos históricos del sector, le dijo al presidente que el campo iba a tener «paciencia» para que se pusieran en marcha los cambios que Milei prometió realizar una vez que la economía se termine de enderezar y la inflación desacelere definitivamente.
Cepo y retenciones, como cada año, volvieron a ser las palabras más repetidas en una acto de clausura -inauguración desde lo formal- en el que Pino le hizo a Milei una radiografía completa del panorama que atraviesa el sector agropecuario.
Entre muchos números que le presentó, le dejó uno que el Presidente pareció escuchar con atención: en los últimos 22 años los gobiernos recaudaron US$ 200.000 millones por retenciones. La alusión fue directa al kirchnerismo, al que Milei también le pegó sin identificar después. Tras ello, Pino le dijo, cómplice, pero a la vez demandante: «Necesitamos de usted el compromiso de que va a eliminar las retenciones«. Fue un gesto, pero también una advertencia.
Milei no eludió el reclamo, pero fue allí donde se vio esta versión más tiempista del presidente, que leyó un mensaje que elaboró con su mesa chica en los últimos días y en el que pidió, sin tapujos, que le den tiempo. Usó la palabra compromiso para asegurar que va a sacar el cepo y las retenciones una vez que la inflación se acerque al 0%, meta que el Presidente no ve tan lejana. Utilizó, no obstante, otro recurso que ha implementado varias veces ya: la herencia del país que encontró el 10 de diciembre, cuando asumió, y que intenta encauzar junto a su gabinete.
El Milei moderado estuvo alineado con el que se vio en París el viernes, cuando saludó a Emmanuel Macron después de semanas de extrema tensión con Francia por los cánticos xenófobos de Enzo Fernández que, en vez de repudiar, Victoria Villarruel defendió. Ese asunto fue un nuevo quiebre en la relación entre Presidente y Vice, más allá de que Milei había retuiteado un mensaje crítico con Julio Garro, el funcionario que sí planteó que había que pedir disculpas y que igual fue eyectado de su cargo.
El saludo entre Milei y Villarruel evidenció una frialdad extrema, al igual que el momento en el que la Vice, en pleno palco y con sombrero al estilo gaucho saludó a Karina Milei, la secretaria de la Presidencia, mano derecha de su hermano y con quien, se dice, Villarruel está completamente enfrentada.
Hace menos de un mes, el 9 de julio, Milei y Villarruel se subieron a un tanque de guerra en plena ciudad y disfrutaron juntos la «humorada». La relación parece haber dado varios pasos para atrás en estos 20 días, al punto de que es más tirante que antes de esa primera reconciliación.