viernes, 20 septiembre, 2024
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Las 25 millones de hectáreas de las que depende el plan cosecha de Luis Caputo para estabilizar la economía

Es la superficie con soja y maíz que se recuperan de la sequía. Políticos de distintos espacios consideran que el impacto de las lluvias sobre los cultivos es clave, incluso para saldar el pago de importaciones.

Mauricio  Bártoli

Las lluvias cayeron justo mientras el 60% de los lotes de soja atraviesan el período crítico entre floración y llenado de granos. (Foto: José María Piccioni).

Las lluvias cayeron justo mientras el 60% de los lotes de soja atraviesan el período crítico entre floración y llenado de granos. (Foto: Télam / José María Piccioni).

“Milei busca rescatar la base monetaria licuada con los dólares de la cosecha que ingresarán a partir de marzo”, dice Cristina Kirchner. El ministro de Economía, Luis Caputo, apuesta al otoño para estabilizar la economía. Los gobernadores de las provincias se plantaron ante el Presidente en el debate sobre retenciones, para no perder ni un peso más de lo que genera el campo y no queda en la dinámica productiva del interior.

Todos quieren controlar la caja. Y arman sus planes políticos y económicos en función de la cosecha, que no será récord pero… las últimas lluvias despejaron temores y ya se abre una perspectiva de casi el doble de dólares respecto del año pasado. A punto de superarse el desafío climático, queda pendiente la evolución de los precios internacionales (y su reflejo en el mercado argentino).

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Volvamos a Caputo, el timonel de la economía. El “Messi de las finanzas” apuesta sus mejores fichas a la producción, en una demostración fáctica de que las dos vertientes de la economía no pueden desligarse.

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El ministro se alivió este fin de semana largo. Con el agua arrojada por las fuerzas del cielo en todas las regiones agrícolas del país, espera que en el otoño se liquiden las divisas con las cuales no sólo acumularán reservas sino, fundamentalmente, desarmará la herencia del festival de importaciones.

Una herramienta clave para Caputo son los Bopreal (Bonos para la Reconstrucción de una Argentina Libre) con los cuales apuesta a que se salde la deuda de los importadores de bienes y servicios.

¿De dónde saldrán los dólares para pagar la fiesta de lo que ingresaba al país a precios rebajados? Del campo, claro. Por eso los tres tipos de Bopreal tienen sus primeros vencimientos (cuando el Estado debe pagarles con dólares a los que ahora los están comprando con pesos) en julio, agosto y octubre, cuando ya deberían haber entrado los dólares pagados por el mundo por la soja y el maíz, que ahora crecen en 25 millones de hectáreas (17,7 millones con soja y 7,3 millones con maíz). Otros cultivos también suman, en menor medida.

Agudos analistas advierten que tras el “plan platita” financiado por el dólar soja, ahora entramos en una suerte de “plan cosecha”. En efecto, en la “city porteña” se concentran los recursos federales, y se los asigna “discrecionalmente” en la macro (por ejemplo, tipo de cambio) y en la micro (subsidios varios, directos e indirectos, todavía vigentes).

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En ese contexto, las lluvias del último fin de semana fueron cruciales. Los que se quejaron de que perdieron días de playa, podrían mirar el medio vaso lleno y pensar que quedaron más cerca de volver a tener vacaciones en el exterior. Y a muchos más, si entran más divisas, les debería resultar menos complicado comprarse un nuevo teléfono celular, cambiar el auto, o simplemente llegar a fin de mes. Eso también se financia con los dólares del campo, y si se prolongaba la sequía unos días, los dos cultivos clave (para todo el año económico) iban a estar en serio riesgo.

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Pese a la vocación de reformas del nuevo Gobierno, la estructura económica de la Argentina aún no ha cambiado demasiado. El campo vende su producción a dólar oficial menos retenciones y el Estado le paga con pesos, quedándose con los “billetes verdes” remanentes. La distorsión continúa y por ahora el antagonismo del mileísmo y el kirchnerismo es, en ese aspecto, meramente discursivo.

El actual Presidente no lo justifica ideológicamente. Asume que es un mecanismo distorsivo, pero cree que no tiene alternativa. Y más allá de toda su verborragia verbal, como hecho clave de su gestión se aferra a la cosecha como “tabla de salvación”.

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