San Lorenzo no sale de su laberinto y va a terminar último: las razones de la crisis
Vive San Lorenzo debajo de una tormenta. En los escritorios, en el campo de juego. Impensada años atrás, cuando las aventuras solían acabar en lunas y soles. Es, tal vez, un espacio, un tiempo de transición, aunque la exigencia de nuestro medio no permite historias a medias. Hay que ganar, golear, gustar y hacer las cuentas, aquí y allá. Último en la Superliga, con deudas en el juego y en las escrituras, se desvive por escaparle a los demonios. No se queda quieto, mucho menos sobre el césped, ensaya, busca, intenta. Se tropieza, se levanta y vuelve a empezar. Anoche, en Santa Fe, empató 1-1 con Colón. El resultado, en sí mismo, no parece malo. Pero lo es el contexto: va a terminar último en la Superliga.
El encuentro había sido postergado el 9 de febrero pasado, por la 18ª fecha del campeonato, debido a la descompostura que sufrió un grupo de jugadores de Colón. La Superliga ya no tiene cuentas pendientes: todos jugaron 23 encuentros, sólo les quedan dos casilleros para completar el mapa.
El Ciclón suma apenas 15 puntos, ya que en las últimas horas se supo que sufrirá la quita de seis unidades al final del torneo y no podrá incorporar jugadores en el próximo mercado de pases, por incumplimiento en el pago de sueldos e irregularidades en declaraciones juradas, según determinó el Comité de Disciplina. El club apelará la sanción y Matías Lammens, el presidente -como siempre, en la cancha-, se mostró optimista para revertir la medida. San Lorenzo juega de atrás, es el canto de la reconstrucción.
El Ciclón arrancaría hoy en el 13° puesto de la tabla de promedios para la temporada próxima; tiene 65 puntos y 1.300
En Rosario, una semana atrás, San Lorenzo cortó una serie de 13 partidos domésticos sin ganar, con 7 empates y 6 derrotas. El impensado triunfo por 1 a 0, en Arroyito, transformó la escena. Recuperó el optimismo, que le sirvió para ganar, también, en la Copa Libertadores, con el mismo resultado frente a Junior. Apartado de la billetera de otros colosos, como River, Boca o Racing, Jorge Almirón ensaya con instrumentos de otra categoría, respaldado en la experiencia de Fabricio Coloccini (37 años), Román Martínez (35) y Nicolás Blandi (29), los estandartes de cada línea. Un pase en las alturas del zaguero para el delantero -con una clase que hizo recordar los viejos buenos tiempos de Juan Sebastián Verón- derivó en el 1-0, apenas comenzada la acción.
Con el resultado a favor, el desarrollo a su disposición y el optimismo a carne viva, San Lorenzo debió elevar el marcador, pero no puede afirmarse, se contrae ante la primera tempestad. Es noble -su propuesta es audaz-, pero tímido y frágil de cuerpo y mente. Se le notan las costuras. La Pulga Rodríguez, en el final de la primera etapa, clavó el puñal.
Suele golpear sobre la mesa con energía Almirón: en casi todos los partidos, hay un cambio de nombre -o de posición- en el entretiempo. Entró Herrera, salió Salazar en el sector derecho. La estructura no se modificó: el Ciclón es una formación dispuesta a atacar, con sorpresas en el repertorio, pero el pesimismo lo vulnera. Le recorta las alas.
Si gana los dos partidos que le quedan, sólo podrá alcanzar a los dos San Martín y a Belgrano. No podrá superarlos, instalado en el túnel.
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