Un misterio: por qué no ganó ninguno de los seis equipos argentinos en la Copa Libertadores
River es el campeón de la Copa Libertadores y Boca, el subcampeón. Entre los ocho mejores del torneo pasado hubo cuatro conjuntos argentinos: Independiente y Atlético Tucumán fueron los otros dos. En los últimos diez años, se consagraron River (2018 y 2015), San Lorenzo (2014) y Estudiantes (2009), solo superados por los brasileños (Gremio, Mineiro, Corinthians, Santos e Inter). Atlético Nacional, de Medellín, resultó el único intruso. Y hubo dos finalistas: el citado Boca, en 2018, y 2012 y Lanús, en 2016. La Argentina suele ser una referencia en este tipo de competencias internacionales: es el más ganador, con 25 títulos, liderado por Independiente, con siete y Boca, con seis.
Tal vez por eso -por el pasado y por la grandeza de algunos de los que integran esta versión-, la presentación de los argentinos provoca una tímida decepción. Ingresaron en la cancha seis equipos: no ganó ninguno. Anoche, frente a una lluvia intensa, Huracán perdió por 1 a 0 con Cruzeiro, con un gol de Rodriguinho. Mereció otra suerte, pero…
Lo que abre el juego de las hipótesis: hasta dónde el optimismo -más allá de que en los primeros encuentros no se definen las series- le gana a encuentros vacíos, sin la prepotencia de un conjunto nacido en estas tierras. Como si fueran uno más.
Boca empató sin goles con Jorge Wilstermann, en Cochabamba, Bolivia, a unos 2600 metros sobre el nivel del mar. San Lorenzo igualó sin goles con Melgar, en Arequipa, Perú, a unos 2300 metros sobre el nivel del mar. Godoy Cruz repitió un 0-0 con Olimpia, en su casa, Rosario Central igualó 1-1 con Gremio, en su casa. River se salvó en el final, en el 1-1 con Alianza Lima, en Perú.
¿Es bueno o malo el empate? ¿Es un punto de partida o un principio de retroceso? Los protagonistas lo celebran. Al menos, por ahora.
Gustavo Alfaro, el DT xeneize, fue claro: “Boca tiene la obligación implícita en la Libertadores. El punto vale, siempre y cuando hagamos valer la condición de local el próximo partido. Para pasar de etapa necesitas 10 puntos, ya sumamos uno”. Y fue detallista: “Tenemos que consolidar un equipo, clasificar a octavos de final y terminar de la mejor manera el campeonato para clasificar a la próxima Libertadores”.
Jorge Almirón, el DT azulgrana -todavía no ganó un partido-, prefiere la calma. “Sé que se esperaba más, yo también lo esperaba. Sé que el equipo va a reaccionar. No me pasó nunca estar último en la tabla (en la Superliga). Se sufre. Tenía muchas expectativas al llegar a San Lorenzo”.
Y siguió por el mismo camino: “No pongo excusas, ya había ganado un cierto prestigio, pero ¿por qué no me puede pasar a mí? Yo lo tomo como un desafío. Cuando no se dan los resultados me voy a mi casa y sufro, pero trato de buscar soluciones. La seguidilla de resultados es la que genera presión en el entorno”.
Lucas Bernardi volvió a Godoy Cruz. “Hay que corregir muchas cosas, tenemos poco tiempo de trabajo. Me gustó el coraje que tienen los jugadores. Jugamos contra el mejor equipo del grupo, con futbolistas con experiencia, jerarquía. En los debuts, hay nervios y presiones. Hay que jugar con orden y corazón”, suscribe el entrenador.
Paulo Ferrari, por ahora, sufre en Rosario Central. “Queríamos ganar, pero no se pudo. Vamos a jugar siempre al límite”, dice.
Matías Biscay reemplazó a Marcelo Gallardo sobre el césped y en el pensamiento. “Rescatamos un punto cuando veíamos que se hacía difícil conseguirlo. Queda una buena sensación porque el empate fue logrado en el último minuto”. Y fue crítico: “Cuando no se da el funcionamiento que pretendemos, no estamos conformes”. Sin embargo, la mayoría festeja: un punto en medio del desierto.
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